De vez en cuando, a todos nos revuelca la vida y nos pone encima problemas, dolores, tristezas, miedos… Tú, como yo, buscas algo de donde tirar. Ansías recibir ayuda, un abrazo, un consejo, una idea, una solución o, simplemente, un poco de atención.
Está bien. Pero no siempre es ése el mejor camino. En ocasiones, obtienes lo que necesitas dando tú (siendo generoso con otros). Es más, en ciertos casos, puede ser la única manera de conseguir lo que buscas.
Sí, es una hermosa paradoja. ¿Ponemos ejemplos?
Para recibir lo que quieres, has de darlo tú primero
1. La soledad
El sufrimiento de la soledad desaparece cuando conectas con otros. Y tú eres quien decide cuándo dar el primer paso, cuándo abrir el corazón y permitirte ser vulnerable.
2. El miedo
Cuando conectas con alguien y pones toda tu atención en esa persona, el miedo va menguando. Estás dando lo mejor de ti a ese alguien y pensando menos en tus temores y preocupaciones.
Descansas de la zozobra interna y te llenas de una sensación cálida, que es justo lo que necesitabas para encontrar hoy un poco de fuerza.
3. La confusión
Lo que pasa con el miedo, también pasa cuando te sientes perdido, confuso y no dejas de darle vueltas a lo mismo en la cabeza.
Dedicándote un poquito a otra persona, logras despejarte y encontrar claridad.
4. La falta de esperanza
Cuando todo es pesimismo, decepción y percibes el mundo como lugar lleno de fieras y de seres infectos, te encuentras con alguien que te hace pensar lo contrario.
Te desatas de esos pensamientos. Te olvidas de ellos y de ti mismo por un rato. Y conectas con alguien que te recuerda que existen las buenas personas y que éste es un mundo en el que, cada uno de nosotros, puede hacer su parte para que todos vivamos mejor.
5. El poco aprecio de lo que tenemos
Si estás un tiempo únicamente envuelto en ti mismo y tus circunstancias, consumido por tus problemas y agobiado por tus carencias, te olvidas de todas esas cosas buenas por las que vale la pena estar agradecido.
Un día, ofreces tu mano generosa y te das cuenta de todo lo bueno que hay en tu vida, empezando por esa mano y por la capacidad de dársela a quien la necesita.
Da lo que quieras recibir
La generosidad es una recompensa en sí misma, porque el generoso se da cuenta de que tiene algo de valor para compartir. Y también puede ser una manera efectiva de conseguir lo que necesita.
Eso sí, hay que atar las expectativas en corto. Porque quizás no recibas lo que quieres cuando esperas, como esperas o de quien lo esperas.
Ocurre lo mismo en otros terrenos. Por ejemplo, si quieres aprender algo (lo que sea) progresas más en ese aprendizaje cuando compartes lo que sabes sobre el tema.
A mí me pasa en este blog. Comparto lo que voy aprendiendo y, gracias a eso, más voy sabiendo. (Y más espero saber.)
Cuando necesito motivación, ofrezco motivación aquí (a quien quiera pasearse por estas líneas). E, independientemente del éxito que tenga mi ofrenda, yo recibo esa energía que estoy buscando.
La táctica, ya ves, es opuesta a la de quejarse por no tener suficiente de aquello que se precisa:
- Nadie me quiere.
- No me hacen caso.
- ¡Ay! Qué triste estoy.
Y ahí se queda quien suelta esto, esperando a que su suerte cambie o a que un alma generosa se lo ofrezca.
En este caso, la alternativa es ofrecer lo que se tiene, por poco que sea. Es decir, invertirlo. Porque es muy probable que retorne más de lo mismo.
Con el amor funciona, en cualquiera de sus formas (atención, aprecio, comprensión, cariño, etc.), salvando los errores de inversión que todos cometemos en esta área. Por ejemplo, cuando invertimos en la persona inapropiada.
Afortunadamente, los errores no borran todos los aciertos. Éstos suman lo necesario para que sigamos convencidos de que ofrecer amor es una manera muy probable de recibir amor.
Imagen de Maja_Larsson