La mayoría de nosotros sabemos lo sana que es una dieta equilibrada, lo beneficioso que es hacer ejercicio regularmente o conocemos las ventajas de no dejar las cosas importantes para mañana.
Pero, aun sabiendo lo sanas y convenientes que son esas cosas y otras muchas, nos cuesta trabajo hacerlas.
¿Por qué es tan duro hacer esas cosas buenas?
Se supone que, en general, la gente quiere lo mejor para sí misma. Aunque, si esto fuera así, no se lo pensaría dos veces a la hora de hacer ejercicio, de dejar de fumar o de hacer cualquier otra de esas cosas duras.
Sabe lo que es bueno y sabe lo que es malo. Y, conociendo la diferencia, elige lo segundo.
La explicación a esto es que les damos más importancia a los beneficios inmediatos que a los beneficios de mañana. (Más vale pájaro en mano que ciento volando.)
Veamos el ejemplo del ejercicio. Los beneficios del mismo son muchísimos. Pero, en este momento, para conseguirlos has de invertir recursos valiosos (tu tiempo, tu energía).
Lo mismo pasa con todas las cosas buenas: has de invertir recursos para cosechar sus frutos.
Eso no está dispuesto a hacerlo todo el mundo. Prefiere una ganancia ahora o no gastar recursos, que esperar una ganancia futura.
Me viene a la cabeza una persona de mi entorno, que está delicada de salud, pero que no se priva de comer en abundancia.
Si ve algo que le gusta, se lo come, a pesar de lo que dice el médico o de lo que quienes estamos alrededor le recordamos:
– ¿Para qué te vas a comer esa magdalena, si hace poquito que terminaste el postre? Te vas a poner malo.
– Malo me pongo, si no me la como.
Ésa es su respuesta. No está dispuesto a renunciar a la comodidad del momento en pro de un beneficio mayor: su salud.
Lo que no ve es que, por buscar siempre lo más gratificante y placentero, está poniéndoselo más difícil a su «yo de mañana» y, quizás, a todos los que estamos cerca. Además, está renunciando a beneficios más suculentos que una triste magdalena.
Déjate motivar por los jugosos beneficios
Muchas veces, lo que se gana con el placer del momento es calderilla comparado con los frutos de mañana. Porque no estamos hablando necesariamente de un lejanísimo horizonte temporal. Las consecuencias de las decisiones cotidianas salen a la luz según van pasando los días.
El placer de comerte la magdalena se queda ahí. El de quedarte viendo la tele evitando el ejercicio, también. No dura. Pasa un ratito y ya te has olvidado de él.
Pero, si inviertes tus recursos ahora (esfuerzo, tiempo, etc.) lo que ganas mañana es mayor y se acumula con el tiempo: ganas en salud, en confianza en ti mismo, en una mejor apariencia… Y eso sí se queda, sí es duradero.
¿Vas a invertir hoy en algo bueno y duradero?