Hay un trabajo que has ido aplazando. Te resulta pesado, aburrido, ingrato… ¡y enorme!
Como es tan desagradable, te has dedicado a hacer otras cosas en su lugar. Pero, cada día que lo postergas, la situación empeora y tú te sientes peor.
¡Hay que actuar ya!
¿La solución? La conoces:
Y, para llevar esa idea a la práctica, aquí tienes algunas sugerencias:
(1) Sé amable contigo.
Perdónate por todas esas veces en las que aplazaste el trabajo. La culpa y decirte cien veces lo vago e irresponsable que eres no te servirán para nada. Si acaso, para hacerlo más difícil.
(2) Decídete a empezar.
Pero, antes de eso, dale una patada al perfeccionismo. Decide hacer un buen trabajo, simplemente. Los detalles los pulirás al final.
(3) Da el primer paso.
¡Llegó el momento de la acción! Da el primer paso y no pienses en los que siguen.
¿De qué se trata? ¿De poner un poco de orden en el material, quizás? Haz lo antes posible esa pequeña tarea.
Lo ideal es que la hagas por la mañana y el resto del día te dediques a otra historia.
(4) Planea el paso de mañana.
Piensa en la tarea que vas a hacer en la próxima sesión. Si hay una cantidad tremenda y no sabes por dónde empezar, elige una sola sin darle tantas vueltas.
(5) Reconoce tu mérito.
Has dado el paso de hoy y has decidido el de mañana. No olvides dedicarte una ovación mental por ello. Te la mereces.
Ahora sólo tienes que seguir dando un pasito cada día. Y, cada vez que lo des, alégrate y felicítate.
¿Cómo? ¿Has fallado algún día? ¿Has dado un paso atrás? Paciencia. Vuelve al punto (1).
La próxima vez que estés paralizado por un trabajo, misión, proyecto, reto, objetivo (o como le digas) que sea monstruosamente grande, divídelo y haz cada día un poquito.
Los primeros pasos son los más difíciles. Pero, ya que vayas avanzando, verás cómo el trabajo se va haciendo más pequeño… y tú, más grande.
Imagen de aldoaldoz