¿Qué hábitos quieres en tu rutina diaria? ¿Hay algún hábito que te estés forzando a adquirir y no te funciona ese enfoque?
Tal vez sea porque es más efectivo elegir primero qué es lo que quieres. Y, en segundo lugar, ocuparte de cómo vas a hacerlo (y ahí es donde llega el hábito).
Eso no es que sea imprescindible, porque todos tenemos hábitos que practicamos sin que nos hayamos propuesto un cambio.
Pongamos que tus mayores quisieron que te acostumbraras a hacer tu cama todas las mañanas, porque eso “era bueno” para ti. Y ahora realizas esa acción cada día sin darle vueltas.
O que, sin haberlo meditado a conciencia, te acostumbraste a leer el periódico al mediodía. Eso forma parte de tu rutina.
En definitiva, unos hábitos los eliges conscientemente (por la razón que sea) y otros, no.
Entre los que eliges, están ésos que te fuerzas a adquirir porque se supone que son buenos para ti (ejemplos: madrugar, comer sano, practicar un deporte, etc.).
Y están los que eliges porque, de veras, estás interesado en los beneficios que se derivan de ese hábito.
Si yo me fuerzo, por ejemplo, a hacer un determinado programa de ejercicios todos los días, porque se supone que eso es bueno para mí, lo puedo hacer.
Pero me va a costar más ser consistente que si decido hacer esos ejercicios porque QUIERO estar más fuerte y ágil.
¿Y tú? ¿Qué quieres?
Piensa primero en ello, cualquier cosa que sea. Haz a un lado las modas y los hábitos que tienen tus amigos, para elegir pensando en lo que tú quieres.
Y ya que lo tengas claro, te empleas en la manera de hacerlo (o acudes a la ayuda adecuada). Incluso así, sabiendo lo que quieres y estando motivado para conseguirlo, adquirir el hábito supone cierto esfuerzo.
Pero, dónde va a parar, el esfuerzo es más llevadero cuando, cada día que sumas practicando tu hábito, recuerdas que lo estás haciendo porque quieres que eso (lo que sea) forme parte de tu vida.