En el título está la sugerencia del día: Mira el reloj y ponte manos a la obra con esa tarea que no te gusta tanto.
¿Qué será? ¿Limpiar tu cuarto? ¿Planchar la ropa? ¿Leer el capítulo de un libro?
[Tic-Tac, Tic-Tac…] Comienza a correr el tiempo…
¿Qué ventajas tiene este truquillo?
(Llamémoslo así, con permiso.) La más notoria es…
Conmigo resulta. Pero no te fíes de mi experiencia. ¡Compruébalo!
Porque, además de la ventaja anterior, hay un par más, muy jugoso:
(1) En cuanto miras la hora de comenzar, remoloneas menos y te aplicas enseguida con “el deber”. Así combates el riesgo de procrastinar justo cuando ya estás preparado para la acción.
(2) Cuando mides esa tarea o similares, te haces más preciso estimando el tiempo; lo cual te ayuda a organizarte mejor.
A propósito del segundo punto, ya te hablé sobre mi experiencia trabajando en bloques de media hora. Cosa que no es más que una adaptación de la popularísima técnica pomodoro.
Porque cada uno de nosotros es distinto y, para más inri, cada uno hace cosas diferentes. Luego, no se puede recomendar una técnica que sea infalible en todos los casos.
Así es que, si quieres diseñar tu propio esquema para organizarte mejor y no sabes por dónde empezar, ¿qué te parecería medir el tiempo que tardas en hacer determinadas cosas?
Eso, además, te ayudaría a identificar cuánto tiempo aguantas concentrado en una tarea, qué cosas te distraen, cuáles te ayudan a terminar antes, etc. Y ésa es una información muy útil, ¿no crees?