¿Cómo te las arreglas para llegar a tiempo a tus citas? ¿Y para terminar lo que te encargan en el plazo marcado?
Quedémonos con las citas, aunque la idea sea la misma para otro tipo de evento con fecha y hora determinadas para cumplir con lo acordado.
Para ser puntuales, muchos estimamos el tiempo hacia atrás.
Es decir, si yo quedo contigo a las 6:00, calculo que me lleva media hora llegar al lugar de la cita.
Eso quiere decir que a las 5:30 tengo que estar saliendo de casa. Y, si esa hora es el límite para salir, comienzo a arreglarme una hora antes (ducha y todo lo demás incluido, porque quiero estar presentable).
Total, a las 4:30 comienzo a prepararme.
Sí, sí… Muchos hacemos esto y es razonable, pero tiene un pequeño fallo: No contemplamos imprevistos.
Y, seamos realistas, es previsible que haya imprevistos. En menos de un minuto pueden pasársenos por la cabeza una gran variedad de circunstancias que pueden hacer que no llegue a tiempo a la cita.
Recibo una llamada telefónica o una visita mientras me estoy arreglando, no encuentro las llaves, el coche no arranca, hay un atasco de mil demonios… y llego tarde.
¿Es que tengo una suerte pésima? Nada de eso. Es que no les he dado su margen a esas circunstancias imprevistas.
Por eso mismo, si quedo contigo a las 6:00, es más seguro que planee salir de casa a las 5:10, por ejemplo. Así cuento con 20 minutos extra para los eventos inesperados que ocurran. Y, desde las 5:10, cuento hacia atrás para acicalarme y todo lo demás.
Los 20 minutos no son un número mágico. Pueden ser los que a ti te parezcan necesarios. Tampoco el evento tiene porqué ser una cita personal precisamente.
El punto es añadir un poquito de tiempo extra cuando hemos quedado en estar (o en entregar) lo que sea a una hora determinada.
¿Ventajas de esta idea? Llegamos más tranquilos, más frescos y ¡a tiempo!
En este caso, si llego unos minutos antes a la cita contigo, me voy pidiendo un cafecito mientras… y tan contenta.