El pesimista y su mundo de fantasía

Qué huella dejan las películas infantiles… No sé tú, pero yo tengo asociada la palabra «fantasía» a duendes, hadas, castillos encantados y a príncipes y princesas que vivieron felices. Esas cosas.

Sin embargo, «fantasía» se refiere a algo imaginario, en general. A todo aquello que cruza por tu mente y no tiene porqué cuadrar con la realidad.

Situado el concepto, vamos con el pesimista del día (que espero que no seas tú).

Es uno cualquiera, que fantasea desde el primer momento en que imagina que un optimista es ese descerebrado que cruza por la realidad montado en su nube rosa y luciendo una sonrisa enajenada.

fantasma

¿De qué vas, amigo pesimista? Que el optimista haga uso de su imaginación, no quita que tú también derrapes por los reinos de la fantasía.

Quizás seas tú el más fantasioso de los dos. (Véase: Ser realista te acerca al optimismo.)

Tú, cuando crees en supersticiones y demás chorradas que dicen que tu suerte será pésima.

Tú, cuando fantaseas con tus cualidades y supones que eres un desastre de persona sin tener pruebas reales de que sea así.

Tú, cuando te pones límites que no tienen porqué existir. Es tu miedo el que los crea.

Tú, cuando idealizas a una persona hasta tal punto que crees que no mereces que te mire a la cara.

Tú, cuando imaginas qué dirán de ti si fracasas, si haces algo fuera de la norma o si te da por salir mal vestido a la calle. ¿Acaso crees que la gente no tiene otra cosa que pensar que no sea en ti? Y, si te dedican unos minutos de su tiempo, ¿por qué tienen que pensar lo que tú imaginas?

Tú, cuando pintas el futuro de negro sólo porque no estás atravesando tu mejor década. ¿Qué certeza tienes de que será tan horrible?

Sí, querido pesimista. Tú tienes tanta imaginación o mucha más que un optimista cualquiera. Tú vives en tu propio mundo de fantasía, aunque tire más hacia un relato de Poe que hacia una historia Disney.