Parte del gancho que tiene el tabaco y por el cual resulta más duro dejarlo es que ha servido de recompensa durante largo tiempo.
El fumador, poquito a poco, fue asociando bastantes momentos placenteros con el acto de encender un cigarrillo.
Ese cigarrillo le acompañó en reuniones con los amigos; estuvo presente después de vivir situaciones tensas y, también, tras un trabajo laborioso (por nombrar unas cuantas situaciones).
Sobre lo último, hay una frase que solía escuchar a los fumadores cuando yo era niña -y no fumaba, claro-:
Un cigarrito pa’l pecho, por lo bien que lo hemos hecho.
Espero que no la conozcas. Afortunadamente, apenas si se usa en estos días.
Por eso, cuando se deja de fumar es necesario romper esa asociación entre un buen momento y el tabaco, como colofón al mismo.
Si no se hace esto, el fumador se deprimirá de lo lindo al ver recortados sus placeres y mandará a la porra a todo aquel que le insista en que no fume.
Es probable que lo haga así. Ya que, cuando ese fumador deja el vicio, al esfuerzo de no fumar hay que añadirle el de pensar de manera distinta, encontrando el modo de llenar la vida de otra manera para que NO pese la ausencia del tabaco.
Y ahí es donde se incluyen las útiles recompensas. ¿A cuáles me refiero?
- A premiarte una jornada productiva de trabajo yendo al cine o a que te den un masaje.
- A premiarte esa vez que estuviste a puntito de comprar tabaco (y no lo hiciste) plantándote en la peluquería para hacerte un cambio de look rompedor.
- A premiarte por esa discusión tensa que superaste sin tabaco dando un paseo por la playa.
De entrada, a utilizar el dinero que no estás tirando en cigarrillos para mimarte como un rey/reina. Aunque tampoco es preciso que se trate de una recompensa que tenga que ver con el dinero.
En definitiva, se trata de que comiences a asociar buenos momentos con el hecho de NO fumar. Esas mini-recompensas que te vas proveyendo refuerzan la convicción de mantenerte libre de humos, de paso que vas ganando en confianza.
Poquito a poco, el espejismo de placer que ofrecía la nicotina se va desvaneciendo. Y, además, aprendes a disfrutar de las mismas actividades que disfrutabas en la etapa de fumador.
Verás que siguen siendo igual de divertidas y de excitantes. El tabaco no les añadía ningún valor.