Por algo se empieza

Partamos de una realidad: Hay personas que esperan a que sus circunstancias mejoren antes de ponerse manos a la obra con el objetivo que tienen en mente.

Por ejemplo, esperan a tener un poquito más de tiempo al día para poder estudiar o hacer ejercicio. O, tal vez, a ganar un poquitín más de dinero para poder ahorrar.

Es posible que las circunstancias cambien a favor. Y también puede que no sea así. El futuro es una incógnita, aunque estas personas “se la jueguen” a que será más fácil.

No sé porqué hablo de “ellos”, cuando yo misma he postergado objetivos para iniciarlos en un momento más favorable. La idea no es mala, si tenemos entre manos varios proyectos y aplazamos los que son menos importantes.

Pero, ¿qué hay de los objetivos que son muy importantes? Llevas años queriendo ponerte en forma, por ejemplo. Lo deseas desde hace lustros y todavía estás esperando que en tu horario surja un hueco para el ejercicio.

¿Hasta cuándo?

por algo se empieza

La misión… ¿imposible?

¿Cómo vas a hacer ejercicio? Tus otras prioridades ocupan todo el día por el momento. ¿Cómo vas a ahorrar? Entre gastos e impuestos estás ahorcado.

Supongamos que es así; que el momento actual es el menos propicio de todos para empezar a hacer ejercicio, a ahorrar o a cualquiera que sea tu objetivo.

Apenas podrías hacer cinco flexiones antes de lavarte los dientes, quizás. Y, con mucha suerte, todo lo más que podrías ahorrar al mes serían unas cuantas monedas.

Aun así, ¿por qué no aceptar la oportunidad de hacer esas cinco flexiones o de guardar esos 50 céntimos?

Es verdad que no te vas a poner en forma haciendo esa cantidad de ejercicio al día. Y que tienen que pasar infinidad de años para que ahorres una buena cantidad guardando moneditas. Pero es que estos diminutos avances tienen ventajas que no se ven.

La primera es que puedes decirte a ti mismo que, a pesar de que las circunstancias no son las ideales (ni mucho menos), no te has olvidado de lo que quieres. Estás haciendo algo al respecto: lo que puedes hacer hoy.

Sólo eso es más satisfactorio que lamentarte. Porque, además, le estás enseñando a tu cerebro a que se adapte a lo que tiene y a que deje de inventarse excusas.

Esas diminutas acciones echan la bola a rodar. Por algo se empieza.

Si en condiciones poco ideales estás progresando con los escasos recursos que tienes, es más probable que también aproveches mejor tus recursos cuando las circunstancias mejoren.

Ésa sería otra gran ventaja. Y hay una más, que quizás descubras: cuando te “obligas” a usar los recursos que tienes, te das cuenta de que hay más de los que tú pensabas que tenías.

No te sorprendas si tu creatividad se despereza y encuentras el modo de hacer lo que quieres, en lugar de dejar que sean las circunstancias las que lo determinen.


Categoría: