Te das cuenta de que tu vida ganaría cambiando un pequeño aspecto. O puede que se trate de un cambio grande.
Ese es el comienzo. Muy bueno, pero solo el comienzo. Lo que de veras producirá el cambio son tus acciones. Ellas crearán los resultados que buscas.
- (1) Piensas en lo que quieres.
- (2) De los pensamientos surgen sentimientos positivos. Estás motivado.
- (3) Y lo que sientes se concreta en acciones.
Quedarse en los pasos (1) y (2) no producirá ningún cambio, pero sí forman parte de la dinámica.
Querer cambiar… ¡Y hacerlo!
¿Tienes un objetivo en mente? ¿Algún cambio positivo?
1. Piensa en él: en cómo mejorará tu vida, en qué puedes hacer para ponerte en marcha, en las cualidades y recursos que dispones para dedicarle, etc.
Habrá circunstancias en las que no puedas influir. Pero en tus pensamientos, sí puedes. Y, si el objetivo lo merece, puedes reunir pensamientos positivos, que te impulsen hacia delante.
2. Siéntelo. Permite que la inspiración que surge de esos pensamientos sea tu fuerza.
- Recuérdate porqué quieres ese cambio.
- Recuérdate lo que tienes a favor para conquistarlo.
- Recuérdate tus logros anteriores.
- Y toma impulso de los sentimientos que se generen.
Sé consciente, también, de que vas a experimentar bajones. Habrá obstáculos, pasos atrás, dudas que alimenten pensamientos no tan positivos. Y que, de esos pensamientos oscuros, saldrán sentimientos oscuros.
¿Qué harás? Parar. Tomar aire. Y, en cuanto veas un resquicio, acentuarás los pensamientos positivos; esos que van a hacer posible el último punto, el más importante para el cambio visible.
3. Actúa. Has pensado en cómo vas a dar tus primeros pasos. Quieres hacer ese cambio. ¿Qué queda? Moverse. Dar pequeños pasos, uno tras otro.
Como ves, el cambio que quieres empieza por dentro (en tus pensamientos y en lo que sientes). Y continúa hacia fuera.
Pensar, sentir y actuar de un modo diferente es lo que producirá el cambio.