De vez en cuando, me gusta empatizar con ideas que son opuestas a las mías. Esta entrada es un ejemplo.
En ella encontrarás argumentos «sólidos» para guardar, acumular y reservar muchas cosas dentro de casa.
¿Es una buena idea?
El que guarda siempre tiene. ¡No tires nada! Eso dice mi madre.
Y, además de porque lo dice mi mamá, aquí tienes el resto de razones para acumular cosas. Muchas cosas.
1. Las cosas que acumulo significan mucho para mí.
Son más que cosas. Cada artilugio es una parte de las personas que he ido conociendo; instantes materializados que recuerdan celebraciones importantes y pequeñas aventuras.
Tú te preguntarás: — ¿Por qué no te quedas con el recuerdo y sacas de la casa tanto trasto que no usas?
Mmmm… No es lo mismo. Además, la cabeza la tengo tan llena como la casa. Terminaré comprándome un castillo y un cerebro de almacenaje alternativo (cuando lo inventen).
Por otra parte, hay cosas que guardo porque me gasté en ellas un buen dinero. Si las mando a paseo, me sentiré tremendamente culpable.
2. El minimalismo es aburrido.
¿Cómo que el desorden y la acumulación son estresantes?
Yo disfruto viendo las estanterías pobladas hasta la bola y cajas sin etiquetar por todas partes. ¿Qué habré guardado en ellas?
¡Oh, sorpresa! ¡Encontré mis calificaciones del colegio! Madre mía, ¿todas esas veces suspendí Religión?
3. Puedo necesitarlas más tarde.
Aproximadamente, solemos volver a usar un 20 % de todo eso que guardamos. ¿Y si tiro a la basura mis notas de Religión y resulta que después me hacen falta porque están entre ese 20 %?
No, no las escanearé para que ocupen menos espacio. Las quiero ahí, bien grandotas, para que me rescaten por si acaso me da un ataque de narcisismo agudo.
4. Las puede necesitar alguien de mi familia.
Me encanta que mi casa sea como un gran bazar donde hay de todo y, además, un almacén a disposición de quien quiera aparcar aquí sus posesiones.
Es deliciosamente pintoresco que haya más cosas que espacio para guardarlas. A mi padre le hice sitio para los 50 kilos de patatas y los 100 litros de aceite que quiso comprar; a mi primo le guardé su bici…
Por cierto, me la dejó hace 2 años. ¿Se acordará de que la tengo yo?
5. Buscar objetos perdidos es una maravillosa aventura.
Qué par de días tan entrañables pasé la última vez buscando un papel importante entre varias cajas de documentos antiguos…
Tener menos cosas supondría privarme de muchas horas de diversión y entretenimiento buscando llaves, facturas, contratos, calcetines, etc.
6. Me encanta comprar cosas que ya tengo.
Buscar es divertido. Pero también es interesante traer a casa dos o tres repuestos de lo que más uso.
Así tengo a mano (o a pie) muchos utensilios cotidianos y reservo la emocionante desesperación de la búsqueda para el permiso de conducir y otros objetos que no admiten duplicados.
7. Hay actividades más interesantes que limpiar y ordenar.
¿Malgastar mi tiempo libre quitando polvos y recolocando chismes? ¡Ah, no!
Si me dices que una casa ordenada ayuda a ahorrar tiempo limpiando, buscando lo que se pierde y demás, no te creeré. Y, aunque te crea, no es suficiente como para motivarme.
Aprovecho para mandar un saludo a papá Diógenes.
No creas nada de lo anterior. 😉 En realidad mi filosofía va por derroteros distintos, como te conté por aquí: Las ventajas de tener pocas cosas.
Más sobre despejar y ordenar el espacio:
- El orden ahorra tiempo y dinero.
- Señales de que necesitas poner un poco de orden en tus cosas.
- Meteduras de pata ordenando mis cosas.
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