¿Qué razones puede haber para que alguien se plantee decir menos malas palabras?
Veamos pros y contras de usar este tipo de palabras. Y, si quieres reducirlas o evitarlas en tu vocabulario, aquí tienes propuestas.
Por estas tierras llamamos «palabrotas» a las palabras obscenas o de mal gusto que uno dice cuando una persona o una situación le desbordan.
De ahí, el aumentativo: de «palabra» común y corriente… a «palabrOTA».
Nos vamos a referir únicamente a las situaciones negativas para ir al grano.
Decir alguna palabrota de vez en cuando tiene efectos positivos. Vamos a ver esto primero.
El uso terapéutico de las malas palabras
¿Te has preguntado porqué es frecuente decir una palabra malsonante y horrible cuando te acabas de golpear contra una puerta?
¿… O cuando se te cae encima el café hirviendo?
¿… O cuando te llevas un susto de órdago?
Tu cerebro busca entre su repertorio la palabra indicada para la situación y… ¡ZAS!… lo primero que lanza es una palabrota.
Y es que, aunque resulte soez y repulsivo para algunos, las palabrotas tienen esa función: liberar endorfinas para hacerle frente a la situación adversa y paliar así en la medida de lo posible incluso el dolor físico.
Esto, que ya intuíamos por lo frecuente que es decir palabrotas en «estados límite», ha sido confirmado por un estudio realizado por científicos de la Keele University, hace pocos meses.
Ahora ya podemos afirmar que las palabrotas tienen un pequeño efecto analgésico. Entonces, ¿por qué privarnos por completo de ellas?
Como dice el director del proyecto, el doctor Richard Stephens, lo conveniente es reservar esas palabras para cuando realmente se necesitan. Así aumenta su «poder».
¿Quieres más razones? Estas le dan título a la entrada.
3 Razones para decir menos malas palabras
1. Evitar una impresión negativa
Esa impresión que podrías causarle a quien te esté escuchando en ese momento.
Una cosa es agradar a todo el mundo (misión imposible).
Y otra es evitar que alguien se sienta incómodo o incluso ofendido, si no hay ni media razón para ello y tú sabes que esas palabras son delicadas.
2. Evitar el empobrecimiento del vocabulario
Esto sucede cuando multitud de situaciones desagradables pueden describirse de una misma manera. «Esto es una m¡erda», por ejemplo.
Disminuir este tipo de palabras que se usan continuamente como comodín o muletilla hace que te esfuerces en describir las situaciones de un modo más preciso y rico en palabras.
La situación seguirá siendo lo mismo de fastidiosa, pero no te fastidiará por el mismo precio tu soltura lingüística.
Además, si continuamente utilizas una misma palabrota, esta deja de ser tan descriptiva al usarla en una situación que realmente se la merezca.
Y pierde bastante poder terapéutico, como hemos dicho arriba. 😆
3. Evitar poner énfasis en lo negativo
La mala palabra que empleas para referirte a una situación puede tener dos efectos:
- descargas la emoción negativa y sigues como si tal cosa (el efecto terapéutico)
- o bien, puede encender la mecha que haga que tu mente esté un rato recreándose en la negatividad.
Lo segundo es lo que hay que evitar, porque las palabras que dices con tu boquita afectan a tus pensamientos.
¿No querrás que de repente tu cerebro se llene de … (beeeep)? He ahí las consecuencias de decir malas palabras. 😮
Vistas las razones para reducir este tipo de palabras en el vocabulario, vamos con ideas para llevarlo a cabo.
Cómo limitar el uso de las malas palabras
1. Observa en qué circunstancias las usas.
A veces dices estas palabras tan mecánicamente que ni te das cuenta.
Y, si quieres reajustar este hábito, lo primero es simplemente observar y tomar nota mental de cómo y cuándo usas las palabrotas.
2. Ten claro el motivo por el que reducir las palabrotas.
Yo tengo el mío, que es hablar lo mejor posible dentro de mis limitaciones.
Tú puedes tener el mismo u otro que sea de peso para ti:
- evitar ser un mal ejemplo para los niños,
- mejorar tus relaciones,
- dar mejor imagen en el trabajo,
- etc.
3. Piensa antes de abrir la boca.
Pensar en lo que dices es útil para deshacerte de lo que quieres evitar en la comunicación, ya sean quejas, expresiones negativas o, en este caso, palabras soeces.
Con las palabrotas puede resultar más difícil, porque muchas se dicen «en caliente», en un estallido de ira o indignación.
Intenta respirar antes de hablar, contar hasta diez o evadirte física o mentalmente de la situación.
Practica y practica más el autocontrol.
Pero, cuando no puedas evitarlo y salga de tu boca una palabrota que haga enrojecer incluso al más casquivano y malhablado de tus amigos, piensa que, a fin de cuentas, solo estás liberando endorfinas.
Imagen de Richard Elzey