Saber escuchar es una habilidad que mejora nuestras relaciones.
Sin embargo, en ocasiones hemos de poner en práctica la habilidad contraria: no escuchar.
Bloquear determinados mensajes que nos dirigen repercute en la salvaguarda de nuestra estabilidad y nuestra autoestima. El quid de la cuestión es saber cuándo no escuchar.
He aquí algunas situaciones en las que puede resultar conveniente un bloqueo voluntario al mensaje que nos llega:
Estamos saturados
Vivimos un momento puntual de sobrecarga ya sea emocional, intelectual, física… Y alguien, ajeno a todo eso, llega para exponer su punto de vista sin que nadie se lo haya pedido.
Ciertamente, la imparcialidad, el no estar mezclada en la situación, puede proporcionarle valor a la información que nos transmite esa persona, pero en este caso su opinión no llega en buen momento.
No conoce nuestro estado actual. No está cualificada para emitir un juicio. ¿Por qué dejarnos influir por lo que dice?
La experiencia del emisor del mensaje
Relacionado con lo que acabamos de exponer. Quizás no nos encontremos desbordados por una situación, pero tampoco nos apetece escuchar valoraciones u opiniones.
En otras ocasiones puede que estemos haciendo acopio de valor para lanzarnos a un proyecto que hemos valorado como importante para nosotros. Nos hemos decidido y llega alguien dispuesto a frenarnos.
Si ya tenemos claro lo que vamos a hacer y quien llega no tiene ni la más remota idea de lo que supone, no le escuchemos.
¿Los motivos?
Pues que para poder opinar sobre algo es preciso tener la información y la experiencias necesarias, y sabemos que quien nos dirige el mensaje no las tiene. Confiemos en nuestro propio criterio.
Acabamos de fracasar en un proyecto
En ese momento alguien llega y recalca la situación, haciéndonoslo pasar peor aún.
Su intención puede ser buena o quizás neutra, pero también puede ser destructiva, aprovechando nuestra vulnerabilidad momentánea para darnos el “golpe de gracia” que nos hunda aún más.
En ese momento amargo no tenemos porqué aguantar declaraciones de ningún tipo si no nos apetece hacerlo.
Frases envenenadas
Es patético, sí, pero hay que tenerlo en cuenta.
Existen personas tan inseguras que aprovechan cualquier debilidad de alguien que no es santo de su devoción, para atacar y pisotear sin contemplaciones su autoestima en un torpe intento de levantar la suya propia.
Usemos un escudo también en este caso.
Insultos personales
Sobrepasando lo que pueden ser las pullas de una persona insegura, están las lanzas de una persona agresiva. Si bien, podría tratarse también de la misma persona que en el caso anterior, al ver que hacemos caso omiso a su mensaje.
Nadie tiene el derecho de venir a maltratarnos.
El primer paso es bloquear el mensaje; procurar que nos afecte lo menos posible. Después podremos tomar medidas para defendernos. Éstas serán más eficaces cuanto más “enteros” nos encontremos.
Por supuesto que pueden existir más razones para vestirnos con nuestro escudo emocional o con nuestro impermeable… Depende de cada uno de nosotros y del momento que vivimos.
Del mismo modo que los demás tienen derecho a expresarse, nosotros tenemos nuestro legítimo derecho a protegernos, a salvaguardar nuestra autoestima y nuestro equilibrio personal.
Tenemos derecho a no escuchar.