¿Cuando piensas en la palabra “meditación”, qué es lo primero que cruza por tu mente?
Hasta no hace mucho, yo tenía en la cabeza una imagen típica: una persona sentada, muy quieta, muy relajada y en una estancia iluminada.
Tal vez, imaginar una estancia iluminada tenga que ver con que, al principio, asociaba la experiencia de la meditación con la iluminación espiritual. Y yo, que de espiritual tengo lo justo, dudaba de que la meditación fuera a beneficiarme de alguna manera.
Por ese prejuicio tonto, le di largas a saber más sobre esta práctica que ha conquistado occidente. Pero fui claudicando, porque cada vez encontraba más estudios, libros y otras publicaciones hablando sobre lo bueno que es meditar.
Poco a poco, emergían beneficios que muchos profanos no relacionábamos con esa práctica.
Eso han probado, entre otras maravillas. ¿A quién no le apetece obtener estos beneficios de una actividad aparentemente tan sencilla (y gratuita)?
“Aparentemente”, sí. Porque, en la práctica, no es tan sencilla para algunos de nosotros. Y, si queremos acercarnos a la meditación o disfrutar de algunos de sus beneficios, hemos de utilizar “andamios” que nos lleven hasta ella.
Desde hace un tiempo, aprovecho una actividad tranquila que hago todos los días (salir a caminar) para tener contacto con la experiencia meditativa. La Naturaleza ayuda.
En ocasiones, cuando descanso en el trabajo, hago ejercicios respiratorios que también se acercan a una mini-meditación.
Pero donde más noto que me acerco a la meditación es en mis hobbies. Es curioso, porque mis aficiones son mentalmente exigentes, absorbentes. Hay tensión en ellas.
En lo que se parecen es en la desconexión total respecto a las preocupaciones y asuntos de la vida cotidiana. Durante un rato o unos minutos, todas las energías están volcadas en una actividad placentera. Sólo en ella.
No hay interrupciones en ese tiempo. La casa está en silencio. Y yo, metida totalmente en un mundo lejano, del que regreso contenta.
Evito nombrar hobbies, porque esa experiencia puedes vivirla con los tuyos, salvo que sean actividades “ruidosas” o comodonas (como ver la tele y postear en Facebook). Ésas, para otro momento.
Si no estás muy familiarizado con la meditación: sumérgete del todo en una afición que te exija estar concentrado en ella y, después, ves cómo te sientes. No es meditación, pero se le aproxima, ¿no te parece?