Observa a cualquiera que se pone una meta y, día a día, trabaja por ella. O, si tú estás embarcado en un objetivo, guíate por tu propia experiencia.
¿Qué tenemos en común quienes perseguimos un objetivo a largo plazo? Para empezar, las ganas de conquistar ese objetivo: queremos ese cambio positivo y estamos dispuestos a luchar por él.
También compartimos el esfuerzo, que se traduce en la ejecución consistente de una serie de acciones relacionadas con esa meta.
Hay días en los que ese esfuerzo es poco divertido. Esto también lo sabemos quienes tenemos objetivos a largo plazo.
- A mí me cuesta levantarme de la cama para hacer ejercicio.
- A Pepe le cuesta resistirse al impulso de fumar.
- A Luisa le cuesta un mundo dejar el videojuego y ponerse a estudiar.
- Roberto suspira cuando no se permite a sí mismo repetir postre.
- Carmen no se compra esos preciosos zapatos porque está ahorrando para dar la entrada de una casa.
Todos nosotros renunciamos a un placer presente para estar un poquito mejor el día de mañana. ¿No es esto una insensatez, cuando cabe la posibilidad de que ese mañana nunca llegue?
Sufrimiento, renuncias, dolor… Un presente miserable a cambio de un futuro que quién sabe cómo será.
¿Sufrimiento? No, gracias
Quienes resaltan el sufrimiento continuo en su visión de un objetivo a largo plazo están viendo sólo la mitad del cuadro.
¿Tú crees que yo hago ejercicio hoy para tener buena salud dentro de 20 años? ¿Luisa se pone a estudiar hoy para dominar la materia cuando le salgan canas? ¿Roberto pasa hoy del postre para estar delgado quién sabe qué día del futuro?
Es cierto que hacemos a un lado opciones muy cómodas y apetecibles en un momento dado (quedarnos en la cama, jugar, comernos el postre…).
Pero la parte que quizás no ve todo el mundo es que estamos cambiando esas opciones por otras que, según nuestro criterio, son más beneficiosas.
- Cuando yo vuelvo de hacer ejercicio, me siento genial.
- Cuando Luisa termina de estudiar hoy, sabe más que cuando empezó.
- Cuando llega la noche, Roberto no se acuerda del postre que no se tomó a las cinco de la tarde. Lo que sí le queda, a él y a todos nosotros, es la satisfacción de haber cumplido lo que se propuso.
Todos los que perseguimos metas a largo plazo vamos a vivir esa alegría HOY mismo. HOY estamos mejor. HOY hemos conseguido nuestro objetivo, no dentro de 20 años.
En el futuro pasará lo que tenga que pasar. Si continuamos sumando decisiones acertadas y continuamos vivos, es probable que estemos en una mejor posición. Puede que sí.
Lo que es seguro es que la satisfacción, el progreso de hoy y lo contentos que estamos por haber triunfado son realidades, son el presente. Un presente en el que hemos trocado un placer momentáneo por un bienestar más profundo.
¿Dónde ves tú el sufrimiento?
Comentarios
2 respuestas a «Renunciar al presente por un futuro mejor. ¿En serio?»
Uf mil gracias, me has inspirado a no temer tomar una decision que hace rato quiero tomar pero me daba miedo renunciar a la «felicidad» del presente por un futuro incierto, pero ya veo que no, que dar pasos hacia lo queremos ser es lo mejor que podemos hacer, muchisimas gracias, me animas a diario con tus publicaciones. =)
La que tiene que estar convencida de eso eres tú, angélica. Y, si lo estás, ya somos dos. 😉