Esta entrada es bastante práctica. Encontrarás ideas variadas para salir airoso de las preguntas indiscretas.
¿Cómo acostumbras a sortear esas situaciones?
Estás en una reunión o vas tan tranquilo por la calle y, en un instante, te encuentras frente a alguien que te lanza una pregunta indiscreta.
Desearías responderle: “A ti qué te importa” (“Métete en tus asuntos”… o algo similar.)
Pero, por tal de guardar las formas, terminas dando explicaciones que no te apetecen, lo cual hace que te sientas molesto contigo mismo y resentido con la persona curiosa.
Apuntemos ideas para que esto no vuelva a suceder. Y comencemos aclarando qué es una pregunta indiscreta.
A la mayoría nos suena que hay temas delicados sobre los que, generalmente, es preferible no preguntar. Pero quien decide qué preguntas son inoportunas, incómodas o indiscretas es la persona que las recibe.
Por ejemplo, una persona que esté muy contenta en su trabajo puede estar encantada de responder: “¿Qué haces para ganarte la vida?”
En contraste, quien las esté pasando moradas en esta área, es probable que no tenga ganas de hablar del tema con cualquiera.
¿Cuántos años tienes? ¿Estás casado? ¿Crees en Dios? ¿Cuál es tu número de teléfono? ¿Tienes casa propia?
Las que sean. El punto es que no te apetece responderlas. ¿Por qué las respondes, entonces?
Los motivos pueden ser variados: La pregunta te pilla por sorpresa; no quieres ofender a quien la hace; no quieres parecer maleducado; o no sabes qué otra cosa decir para salir airoso…
Ideas para afrontar esas preguntas indiscretas
Apuntemos algunas ideas para practicarlas.
1. Escucha la pregunta y frena. Si tienes la corazonada o la certeza de que te vas a arrepentir de contestarla, hazles caso. No tienes porqué dar explicaciones sólo porque te las pidan.
2. No seas agresivo o cortante, si no hay necesidad. Hay personas curiosas que preguntan por hacer conversación, sin ánimo de molestar. Contestar: “¿A ti qué te importa, estúpido?” es más impertinente que la pregunta inicial.
3. Refiérete a ti. Suena agresivo contestar poniendo el acento en el otro: “Eres un chismoso.” Más respetuoso y responsable es hablar de cómo se toma uno la pregunta: “(Yo) No quiero hablar de eso ahora.”
4. Indaga más, si aún no has decidido si responder o no: “¿Cómo te enteraste de eso?” “¿Para qué quieres saberlo?”
5. Dile cómo te sientes compartiendo esa información. Ejemplos: “Me sorprende que me lo preguntes.” “No me siento cómodo hablando de mis asuntos personales en el trabajo.”
6. Da una respuesta vaga. Por ejemplo: “Mi edad no se la digo a nadie.” “No me gusta hablar de política, religión…”
7. Si el curioso presiona para que respondas la pregunta, repite la respuesta: “Ya te he dicho que…”
8. Si sigue insistiendo, salte del bucle: “Me gustaría cambiar de tema.”
9. Usa el sentido del humor. Si es apropiado y tienes una ocurrencia divertida para salir de esa situación incómoda, úsala: “¡Oh! Ahora que lo dices, ¡no me acuerdo!”
10. Ya que has dado un paso adelante, diciendo que te sientes incómodo, que no quieres responder o lo que sea que le hayas dicho a la persona, no vuelvas atrás por ese pellizquito de culpa y reveles información que no deseas compartir con ella.
Cuando estás acostumbrado a pasarte de educado y a responder formalmente a todas las preguntas que te hacen, es difícil empezar a poner límites. Pero para eso está la práctica.
Uno puede seguir siendo educado: “Gracias por preguntar. Preferiría hablar de otra cosa…” Es el miedo a quedar mal lo que muchos hemos de superar. Estamos en ello. 😉