Alguna vez que otra, todos hemos guardado un secreto y, sí, supone una carga emocional. Lo curioso es que han descubierto que esa carga también puede ser física.
Los secretos son una carga… y no es una metáfora.
Particularmente, quien guarda un secreto ve mermada su capacidad para estimar distancias y para realizar determinadas tareas físicas.
Esto es más notorio cuanto más «pesado» sea el secreto. Por ejemplo, una infidelidad.
Así de duro puede ser cargar con un secreto
Nos lo cuentan en Lifehacker, basándose en las pesquisas de unos investigadores, publicadas en el Journal of Experimental Psychology.
Para mí, tiene sentido que lo que nos oprima por dentro trascienda al exterior de algún modo. En el caso de los secretos, está claro que añaden una buena dosis de preocupación y tensión a la vida.
En su fuero interno, la persona…
- se obliga a sí misma a callar, aunque quiera liberarse de la carga;
- le da vueltas en su cabeza o trata de olvidarse del asunto, sin conseguirlo cuando lo pretende;
- se plantea continua u ocasionalmente qué ocurriría en caso de que saliera a la luz;
- finje, se esconde o miente, si se ve acorralada…
¡Consume mucha energía! ¿No es natural que se note de puertas afuera?
Esto es algo que hemos de tener en cuenta a la hora de guardar un secreto, especialmente si es grande. Es un equipaje que pesa no sólo en el alma sino también en el cuerpo, ¿no crees?
Imagen de Cayusa