En su día decidiste tomar el control de tu vida y pasar a la acción. Te planteaste tus objetivos y te echaste a andar, pasito a paso, por el camino largo que te habría de conducir a una vida más deseable.
Anduviste un buen trecho. Sigues andando a día de hoy y no aprecias resultados visibles para tanto esfuerzo que has realizado.
¿Merece la pena seguir adelante? ¿Hasta cuándo?
Primeramente, vamos a quitarle emoción y dramatismo a la historia. Porque una cosa es lo que a ti te parece (cuando estás en pleno bajón) y otra es la realidad.
No, no es que estés mal de la cabeza. Es que a los seres humanos nos pasa eso: Nos creemos lo que pensamos, dejados llevar por el miedo, la frustración o la pena, cuando no hay evidencias que demuestren que eso es así.
Por ejemplo, basta con que vivamos una mala experiencia, para que ésta se extienda como la mantequilla y lo llene todo de negatividad.
¿He dicho “Todo”? ¿Nada? ¿Siempre? ¿Nunca? Mejor dejamos también estas palabras atrás. Son inservibles para el enfoque de la realidad que necesitamos adoptar en este punto.
Me refiero a la… (ta-chánnnn…)
Objetividad
No te hará mal hacerte de lápiz y papel para anotar cuál es tu situación ahora y qué es lo que sientes. Escribir clarifica las ideas, te lo aseguro. Esta técnica te “obliga” a ordenar tus pensamientos.
Puedes apuntar qué va bien; qué va mal; qué opciones tienes a día de hoy, etc… Y podrás analizar la situación desde un punto de vista más real, más físico (y menos emocional).
Cuando consigues aproximarte al problema de una forma más racional, te estás ahorrando una buena cuota de sufrimiento, saliéndote de ese: “Todo va mal” o “Nunca voy a llegar“.
Además, encuentras explicaciones lógicas y posibles soluciones, que ahora mismo no ves.
Si no te gusta escribir o no te apetece, puedes conversar con alguien, dejar reposar el asunto hasta que estés más despejado… o tú verás.
Lo importante es que llegues a analizar la situación desde una perspectiva que te sea más útil. Ya verás cómo cambia el panorama.
Y también dejamos por aquí otra manera de enfrentarte al túnel de negatividad ése en el que te hallas. Es muy compatible con lo anterior:
Pórtate bien contigo
Sé realista: A veces ocurren cosas indeseables. Y ni tus acciones, ni todo el pensamiento positivo del mundo pueden evitarlas. Simplemente, pasan. Deja de sentirte responsable por eso que no puedes controlar.
Sé más benévolo contigo: Cuídate, escúchate y trata de echarte una mano, como lo haría un amigo o un aliado. Si la situación que vives es complicada, no la hagas más dura convirtiéndote en tu verdugo.
Equilibra: Valora los aspectos positivos que funcionan en tu vida a día de hoy. Vívelos. Disfrútalos. No permitas que todo gire en torno a un único punto oscuro.
Mantén la esperanza: Ahí viene mañana, donde quizás comiences a ver la luz y nuevas oportunidades comiencen a cruzarse. Cosa que no es una utopía. En la vida hay altos y bajos; días malos y días buenos…
¿Ves? Ahí tienes dos formas de enfrentarte a esa mala racha, dejando a un lado la negatividad que te hacía sentir como un hámster haciendo girar la rueda sin moverse del sitio.
¡Sigues adelante!
Comentarios
2 respuestas a «Seguir pensando en positivo cuando los resultados tardan en llegar»
Me gustó mucho este artículo, grandes consejos!
La felicidad depende de la actitud hacia la vida 🙂
Y hay que aprender a ser paciente
Saludos!
Muy de acuerdo contigo, Adrián. 😉 La actitud es decisiva, tanto cuando las cosas van bien como cuando van de pena. 🙂
Un saludo!!!