Cuando sigues adelante a pesar del dolor

Las complicaciones cotidianas resultan ser una fuente de estrés más o menos manejable.

Hasta que llega ese día en el que te encuentras de cara a una adversidad mayor y sientes que no puedes con ella.

A veces ocurren cosas duras, muy dolorosas. Un día te sorprende una pérdida con la que no contabas u otra situación que te deja el corazón hecho añicos.

reflexionando

El dolor impera por dentro. El caos se instala fuera.

Te aíslas. Lloras a solas o buscas cualquier alternativa para exorcizar la pena que te consume. Y, seguramente, es sano en ese momento. Pero no es buena idea permanecer mucho tiempo en esa fase.

Una vez que has echado fuera lo peor de la tristeza o la impotencia que sientes, es hora de respirar con calma. Respirar, intentando dejar a un lado el dolor, para ver en qué situación estás.

El dolor no lo pone fácil. Pero a ratos hay que hacer el esfuerzo de desligarse de él para poder pensar.

Por dentro estás hecho polvo. ¿Y fuera? ¿Cómo está impactando?

Quizás haya personas que te quieren preocupadas por ti, buscando la manera de ayudarte. Quizás notes el impacto en tu trabajo. Tal vez, en lo poco que practicas las actividades que antes te gustaban.

Poco a poco, has de pensar en qué hacer para recomponer lo que resultó dañado (que no fue solo tu corazón).

Y seguir adelante, a pesar de todo

Cuando la vida se vuelve un caos a raíz de estos sucesos que te descolocan, lleva tiempo poner orden.

Pero puedes tomar la decisión de comenzar a hacerlo al menor respiro que deje el dolor. Puedes ir dando pasos hacia delante, a pesar de que la herida siga abierta.

¿Es duro? Mucho. Por supuesto.

Aun así, es la manera de que algún día vuelvas a disfrutar de aquello que amabas. De que vuelvas a reír. De que comiences a escribir capítulos más felices en tu historia.

Este episodio doloroso aún no ha concluido. Pero lo hará. O aprenderás a vivir con esa herida.


Categoría: