Ideas para manejar el dolor emocional

¿Cómo manejas el dolor emocional? Qué haces cuando una situación provoca que se te encoja el pecho.

O que sientas un nudo en la garganta. O que te duela la cabeza. O que un nerviosismo desagradable te recorra el cuerpo… ¿Qué?

Se le llama dolor emocional (mental, psicológico) porque no tiene su origen en un evento físico. Nació de una situación que tú consideras adversa: una pérdida, un rechazo, un fracaso, una traición, etc., que produjo una herida no visible.

Lo curioso es que esa herida, aunque no sea física, duele como si lo fuera.

El dolor es real. Puede tardar bastante en desaparecer y, si se da una situación parecida a la que produjo la herida, el dolor puede reavivarse si no te has curado del todo.

¿Un ejemplo? Imagina que una persona en quien confías te da unos cuantos golpes en un ataque de ira.

Las marcas y moretones de los golpes físicos tardan poco tiempo en desaparecer. Pero el golpe emocional produce una herida que tardará más tiempo en cicatrizar.

Duele. No te lo estás imaginando. Duele de verdad.

Y son muchas las situaciones que pueden provocar desde arañacitos emocionales insignificantes (como que te nieguen el saludo por la calle) hasta traumatismos más serios (como una violación).

Cuando el daño es serio, lo suyo es actuar como cuando se trata de un dolor físico intenso o persistente: buscando ayuda.

Vas al médico, al psicólogo o al profesional que pueda hacer un diagnóstico y prescribir un tratamiento. Para eso están estos profesionales.

espinas

Las ideas que siguen tal vez no sean suficientes para problemas mayores. ¿A quién se le ocurriría resolver un problema de salud grave tomándose un par de aspirinas? A poca gente, espero.

Pero sí pueden ser útiles para ayudar a que cicatricen antes heridas leves o moderadas; heridas emocionales manejables.

Hay personas que saben qué hacer cuando tienen una ligera jaqueca. Y no saben qué hacer cuando lo que sienten es ese incómodo nudo en el pecho o en la garganta, cuando una situación les ha dolido.

Pueden hacer como que el dolor no existe. O pueden escarbar en el dolor, buscando razones para sentir asco o pena de sí mismos, quejándose hasta la saciedad, etc.

(Y esto vendría a ser parecido a golpear la cabeza contra un muro para quitarte la jaqueca.)

Hay opciones mejores. A ver qué te parecen estas tres.

1. Acepta el dolor

¿Obvio? No tanto. El dolor es incómodo y, a veces, preferimos ignorar la herida. Huir del problema como sea: ahogándolo en alcohol, yendo de compras, refugiándonos en el trabajo…

Pero la herida está ahí. Sigue abierta. Es lo mismo que pasa cuando te haces un corte visible en la mano. No tiene porqué curarse antes si lo ignoras.

Quizás es preferible observar lo que ha pasado. Llorar, si te lo pide el cuerpo. Asumir que esta situación (desagradable) es una más de tantas que has superado y que vas a seguir superando.

2. Hazte cargo de la situación

Tú no eres responsable de todos los dolores que padezcas. Pero sí eres responsable de cómo vas a manejar la situación.

Echarle la culpa a otro o encallarte en un papel de víctima es renunciar a esta responsabilidad. Y, por tanto, a la capacidad que tú tienes para sacarte adelante y recuperarte.

En el ejercicio de tu responsabilidad, quizás consideres conveniente pedir ayuda e implicarte con otros en superar la situación. ¿Por qué no?

Tú verás lo que decides y porqué.

Desde que llegaste al mundo has encarado experiencias poco agradables. Has resuelto muchos problemas. Has superado obstáculos y heridas de varios tipos.

No me imagino que tu vida haya sido un lecho de rosas. Pero, incluso en ese caso, te habrás encontrado espinas. Y habrás aprendido unas cuantas cosas sobre ellas.

Esta puede ser otra de esas situaciones espinosas. Una más de la que aprender. Una más para buscar soluciones, si las hay.

3. Decide cómo quieres que siga la historia

¿Cuál fue la última buena película que viste? ¿Cuál fue la última buena historia que leíste?

Probablemente los protagonistas tuvieron que afrontar situaciones difíciles. Probablemente padecieron algún dolor físico o emocional. Y, saliera bien o no, hicieron algo al respecto. Porque, si no, vaya tostón de historia.

¿Qué película o novela es esa en la que no ocurre absolutamente nada? Tal vez un bodrio o una historia poco realista.

En cualquier historia surgen situaciones a resolver o poco agradables. En la tuya, también.

Ya, no es una película. Es otro proyecto: tu vida. Y, tal vez, queden un montón de secuencias de aquí a que finalice.

En este proyecto eres el guionista, el protagonista, el director… y lo que encarte. Piensa en cómo te gustaría que continuase la historia de tu vida, en tanto cicatrizan las heridas, y ponte manos a la obra.

Ojalá que aprendamos (me incluyo) a manejar el dolor emocional con el sentido común que empleamos cuando se trata de dolor físico: dándole la atención que se merece y buscando el modo de curarnos. A ver qué tal se nos da en la práctica.


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