De todo lo que haces en un día cualquiera, ¿cuál es la tarea más exigente?
¿Sueles ponerte con ella a la hora que tienes más energía?
Vamos a ver porqué es importante alinear la energía que tienes con la que te pide la tarea y cómo puedes practicarlo.
Procura que la energía que tienes y la que pide la tarea se correspondan
Te interesa hacer la tarea exigente cuando tienes energía suficiente para sacarla adelante.
Ya lo habrás visto por tu experiencia. Cuando vas renqueante de fuerzas, la misma tarea se te hace más larga y más difícil que cuando tienes energía para hacerla.
Y, cuando una tarea se hace larga, difícil y pesada, más propenso eres a distraerte, a procrastinar o a tomar decisiones poco acertadas, en general.
A mí también me suena. Si el día ha sido muy exigente, da igual que por la noche tenga un rato libre para escribir. Mi cabeza está frita a esas horas.
Necesito reponerme un poco o, de plano, irme a dormir.
El tiempo no sirve cuando la energía no acompaña.
La procrastinación del que está cansado
Procrastinar suele ser un gesto feo hacia ti o un comportamiento con el que te autosaboteas (expresión más dramática).
Aun así, es un error mayor cuando lo cometes al inicio del día, suponiendo que a esa hora es a la que estás más fresco.
Por la noche, después de una jornada intensa, vale… Puede que te estés negando un avance si puedes hacerlo y te dejas cazar por una distracción cualquiera. Es un error.
Pero ese error es más gordo cuando por la mañana, estando en tu momento más óptimo de energía, dedicas un rato a mirar el correo o las redes sociales ANTES de meterte de lleno con la tarea importante.
Así, cuando terminas los prolegómenos y te pones con la tarea en cuestión, tienes menos energía que al principio. Y, por tanto, te resulta más difícil concentrarte, con lo aumenta el riesgo de distraerte o de procrastinar de nuevo.
Veamos otras ideas que sirven para alinear la energía que tienes con la tarea que toca hacer.
7 Ideas para gestionar la energía y alinearla con las tareas a realizar
1. Conócete bien.
Obsérvate cuando lleves a cabo tus tareas diarias. ¿Están colocadas cuando tienes más energía? ¿A qué horas observas que te concentras mejor?
2. Planea el día.
Adopta este hábito (que no te arrepentirás). Dedica unos instantes del día anterior o del mismo día a hacer tu plan de ruta.
3. Haz las tareas más exigentes cuando estés más fresco.
Suponiendo que sea a primera hora de la mañana, nunca entres en Facebook como calentamiento antes de una tarea importante, a menos que salgas de ahí pletórico de ganas de trabajar.
4. Introduce descansos durante el día.
Descansos muy cortos, entre tareas o en una misma tarea. Y descansos más largos entre bloque y bloque de tareas.
5. Haz actividades con las que repongas energía durante la jornada.
¿Hace una siesta reenergizante? ¿Qué tal comer bien y tomándote tu tiempo? Con esas repones energía. Pero aquí cada quien tiene su repertorio favorito.
Tal vez en el tuyo estén: charlar con una persona que te transmita buenas vibraciones, practicar tu hobby o dejar que te den un buen masaje.
6. Haz ejercicio físico.
Lo pongo aparte, porque parece que con él vas a cansarte más durante el día. Pero, no. Si lo conviertes en un hábito, te cansas menos al practicar ejercicio físico. Compruébalo.
7. Duerme lo que tu cuerpo necesita.
Eso, las horas que necesites dormir. Y toma menos café.
A mí me encanta el café y he comprobado que, cuando te pasas con él, tu productividad se resiente.
Tomar mucho café durante el día hace que duermas peor. Y, si duermes peor, también te concentras peor en lo que hagas al día siguiente. Ahí está el problema.
Espero que te sirva. Gracias por leer.