Formar parte de esta sociedad en la que el dinero es un elemento del cual no podemos prescindir, hace que todos, en la medida de nuestras posibilidades, ejerzamos de contables.
Los hay que se encargan de llevar las cuentas de todo el núcleo familiar. Muchas veces esa responsabilidad recae sobre las mujeres.
Eso no quita que, en una familia, las cuentas sean responsabilidad de todos, aunque haya una persona (hombre o mujer) que lleve el mayor control de los gastos e ingresos. Lo suyo es que lo haga quien maneje mejor el asunto, ¿no crees?
Y, además de la contabilidad familiar general, está la propia de cada individuo. Esta existe en todos los casos, porque hay gente que no vive en familia y para nada se libra de hacer números.
Mantener la contabilidad en orden, ya sea personal o familiar, tiene mucho que ver con el bienestar.
Generalmente, nos sentimos tranquilos cuando controlamos gastos e ingresos. Mucho más cuando los gastos son menores que los ingresos. Y, más todavía, cuando saldamos deudas y creamos un colchoncito de ahorro e inversión para cuando vienen mal dadas.
Controlar el dinero que entra y sale de nuestra vida es una habilidad que adquirimos desde nuestra más tierna infancia, cuando aprendemos a administrar pequeñas cantidades de dinero. O eso sería lo recomendable.
De mayores podemos perfeccionar esta habilidad e incluso adquirirla si no lo hemos hecho antes. Nunca es tarde para hacerlo.
Si nuestra contabilidad es tan compleja que no la podemos llevar solo “de cabeza” (lo más corriente es que sea así), podemos utilizar los instrumentos que nos sean más cómodos para registrar los números (libretas, hojas de cálculo, calendarios expuestos en un lugar visible de la casa, etc.).
¿Cuál es tu preferido? ¿Con qué instrumento te quedas para llevar tu contabilidad o la de la familia? Elígelo. Quédate con el que más te convenza. Y úsalo.
Contabilidad casera: Una manera simple y efectiva de anotar gastos e ingresos
Por si estás haciendo tus primeros pinitos contables, aquí tienes una estructura sencilla con la que arrancar.
Pongamos que el período de tus anotaciones es un mes (o el período que tú elijas).
Traza una línea vertical que divida la hoja que tienes delante en dos mitades. En la columna de la derecha irán los ingresos. En la de la izquierda, los gastos.
Columna de la derecha: Ingresos
Anota el dinero que entra. Todo, el regular y algún ingreso extra, si lo hay. Haz la suma.
Ya está. Ese es el dinero con el que te las tienes que arreglar.
Columna de la izquierda: Gastos
Aquí habrá dos partidas. La primera de ellas no es propiamente un gasto, sino ahorro.
1. Ahorro: Del total de los ingresos, aparta una cantidad (la que estimes conveniente). La finalidad de ese dinero es: (1) pagar deudas, si las hay; (2) crear un fondo para compras o gastos previstos o imprevistos; (3) ahorrar para gastos a largo plazo o para invertir.
Te agradecerás toda la vida haber adquirido este hábito; el de reservar una cantidad de lo que entra antes de destinar el dinero a los gastos. Vamos con ellos.
2. Gastos: La partida de gastos se va a dividir en 3 subpartidas, según el tipo de gasto.
2.1. Gastos fijos (necesarios). Son los que tienes todos los meses. Suelen ser los mismos. Ejemplos: alquiler, luz, agua, despensa, etc.
2.2. Gastos variables (necesarios). Son los “novedosos” que vas a tener solo este mes. Por ejemplo: Se te ha roto un grifo y vas a llamar al fontanero. Necesitas hacer un regalo, un desplazamiento, renovar las gafas, etc.
2.3. Gastos no necesarios. Lo que sobre, puedes dedicarlo a lo que tú prefieras: comprar libros, irte a la feria, etc.
¿Qué pasa si algún mes tienes más gastos que ingresos? Acudirías a ese dinero acumulado de la partida 1, de Ahorro, que irías anotando aparte.
Para finalizar, si te quedas con algo de este artículo, que sea con la regla más importante: Procura que los ingresos sean superiores a los gastos siempre… o la mayor parte de las veces.