Trabajar, cuanto más mejor, está tan bien visto que a menudo pasa inadvertido que es una forma más de procrastinar.
Es decir, de dejar a un lado cosas que no nos apetecen o nos hacen sentir inseguros, por beneficiosas que lleguen a ser para nosotros.
El trabajo es el refugio perfecto.
«Estoy trabajando» es la excusa perfecta
Nos hace sentir seguros, productivos y no nos pesa renunciar a un hobby, a una cita, a una posible relación que nos asusta…
Es más, podemos convencernos de que son perjudiciales, de que nos van a apartar de nuestros objetivos.
Y, además de convencernos muy bien a nosotros mismos, los demás se lo toman muy en serio: «No puedo ir. Estoy trabajando.»
¿Quién osaría replicar a esa razón tan importante?
Por supuesto, a veces tomamos la decisión correcta. Pero cuando dejamos de hacer demasiadas cosas amparándonos en la excusa del trabajo, ¡alerta!
Quizás nos estemos equivocando. Y más todavía si las dejamos de hacer por miedo.
Nos privamos de explorar experiencias valiosas, que enriquecerían nuestra vida y que paradójicamente podrían hacernos más productivos en nuestro trabajo diario.
¿Seríamos capaces de reconocer cuándo estamos empleando el trabajo como una excusa para mantenernos «a salvo» de lo que nos asusta?
Basado en: The “Work” Trap
Imagen de lintmachine
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