Hay algo que llevamos muy mal sobre todo aquellos a los que no nos gusta compartir detalles de nuestra vida personal con cualquiera: los interrogatorios.
Hablar de cuestiones personales con todo aquel que desea tener acceso a ellas, puede ser un momento incómodo, pero podemos sortearlo con educación y elegancia. Las buenas formas nunca hay que perderlas.
Hay ocasiones en las que la gente pregunta con mala idea.
Por ejemplo, cuando saben perfectamente que no tienes pareja y abordan el tema sólo para sacarte los colores o, quizás, cuando han conseguido un progreso importante en su trabajo, saben que a ti te va regular y, aun así, te lanzan la pregunta a bocajarro.
En otras ocasiones, la gente sólo pregunta por cortesía (por «cumplir«) y/o fingir algo de interés en tu vida.
Otras veces, se trata de simple curiosidad. Y, como el abanico de posibilidades es grande, también puede ocurrir que quien te pregunte sienta simpatía por ti y desee saber cómo te va.
Sean cuales sean los motivos del que pregunta, nosotros no tenemos porqué responderle si no queremos o, si lo hacemos, es preferible salirse del terreno con habilidad para no crear conflictos innecesarios.
A ver, cuando a quien pregunta se le notan «malas intenciones» hacia nosotros, podemos mandarlo a freír espárragos y quedarnos tan a gusto. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, se gana más saliéndose por peteneras.
¿Cómo? ¿Qué es esto? Vamos a verlo…
1- La sutileza de la repetición.
Para esto tienes que lucir una sonrisa y mostrar cierto desparpajo.
Ejemplo:
(Interrogador) ¿Por qué dejaste ese empleo tan estupendo?
(Tú) Bueno, tuve buenas razones en su momento. Ya sabes, motivos de peso…
(Interrogador) Pero, ¿por qué lo dejaste?
(Tú) Pues… Es difícil decirlo. Una cosa llevó a la otra y al final decidí marcharme porque, ya me dirás… ¡con todo eso…!
Como ves, se trata de que elijas una idea, un leitmotiv sobre el que gires todo el tiempo como un disco rayado. Resultado: No dices nada y cansas al interrogador.
2- El juego del despiste.
(Interrogador) Dejaste el trabajo, ¿sí o no?
(Tú) Dejarlo, no. El trabajo no se deja. En todo caso uno toma una bifurcación distinta y eso sí, claro. Por supuesto que lo hice. Pero, ¿cómo se te ocurre que lo voy a dejar? Anda, anda…
Técnica parecida a la anterior. Retuércelo todo para que el que pregunta no se entere de nada.
3- Redirigir la conversación o finiquitarla con estilo.
(Interrogador) Pero, ¿dejaste el trabajo?
(Tú) ¡Uy! Es que no te dije que… (Y aquí insertas algo que no tenga nada que ver.) Me apetece tanto un café… ¿Conoces alguna buena cafetería que esté cerca?
(A partir de aquí tienes que echarle mucha habilidad para ir dando saltitos de una cuestión a otra sin regresar a la del trabajo.)
O, mejor todavía… Si tienes algo mejor que hacer, después del «¡Uy!» y algunas palabrillas más, mira el reloj, pon cara de urgencia y di: «¡Es tardísimo! Tengo que ir a… Ufff… Bueno, ya te veré. Hasta luego.»
Como ves, las tres técnicas anteriores suponen un despliegue alto de habilidades sociales.
Requieren práctica y bastante convicción en lo que uno hace. Los que no tenemos tanta soltura en este aspecto, nos salimos del lío por otros caminos más sencillitos, como los que vienen ahora.
Antes hemos elegido el tema laboral y ahora nos vamos al sentimental, pero estas técnicas funcionan (unas mejor que otras) para todos los temas.
4- Sonreír y no decir ni palabra.
(Interrogador) Tú estás enamorado de Wechi, ¿a que sí?
(Tú) Sonríes o, más efectivo todavía, te ríes y luego te quedas calladito.
En las conversaciones telefónicas va muy bien.
5- Respuestas vagas.
(Interrogador) ¡Que si estás enamorado de Wechi!
(Tú) No sé… No me había planteado el asunto…
Nota: Como te toque un interrogador cabezota, te va a seguir preguntando igual.
6- Hacerse el distraído.
(Interrogador) ¿Estás enamorado de Wechi?
(Tú) Finges que estás mentalmente ausente: Mira la tele, un escaparate, busca algo en los bolsillos, distráete mandando un sms… Lo que sea.
7- Honestidad contundente.
(Interrogador) ¿Estás enamorado de Wechi?
(Tú) No me siento cómodo hablando de estos temas.
Y punto. Si el interrogador tiene dos dedos de frente, lo entenderá.
Todos tenemos un espacio íntimo o reservado para compartirlo con quien queramos y nadie tiene derecho a invadirlo.
Si respondes a preguntas que no deseas responder, después te encontrarás más de ese estilo y no te sentirás bien contigo mismo.
Adaptación de: 8 Ways To Ease Yourself Out Of Nosy Questions Without Being Rude, Enhance Life.