Quizás a veces has querido escuchar esta frase y no has encontrado quien te la diga. Pues aquí la tienes: Aguanta hoy, solo hoy, y ya decidirás mañana.
La de metas que se habrán quedado sin alcanzar por haberse precipitado en la retirada…
Retirarse es lo fácil. El cerebro elabora convincentes excusas para hacernos pensar que estamos en lo correcto y eliminar el posible sentimiento de culpa que nazca al abandonar nuestro objetivo.
¿Cuál era el propósito inicial? ¿Adelgazar? ¿Hacer ejercicio por las mañanas? ¿Dejar de fumar? ¿Asistir a un curso de chino? ¿Aprender a manejar un programa informático?…
¿Cuál era el tuyo? Recuerda por qué te lo propusiste y la ilusión con la que lo comenzaste.
No merece la pena dejarlo un buen día en el que la motivación flaquee. Sigue hoy como sea, sin pensar, y mañana vuelves a planteártelo. Vamos. Cierra los ojos y… ¡adelante! Puede que mañana lo veas de otra manera.
Aguanta hoy
Hoy es cuando necesitas recordar que los obstáculos, los golpes, los problemas son parte del camino. Incluso esos imprevistos que desbarataron tus planes en el peor momento.
¿Qué momento es el apropiado para enfrentarse a una desgracia? Ninguno. “Lo malo” ocurre sin atender a preferencias. Ocurre sin más; sin que se lo llame o necesariamente sea culpa tuya o de otro.
Y, lo mismo que sabes que ocurre, sabes que de “lo malo” se sale. Lo malo cambia. Lo malo se supera. Puede que lleve tiempo. Pero está claro que no es un estado definitivo.
Hoy, cuando te preguntas automáticamente “¿Por qué me pasa esto ahora?” y sientes la tentación de abandonar, es cuando necesitas recordar lo anterior y proponerte aguantar un poco más.
Volverá a amanecer. Y tú podrás renovar el compromiso de seguir adelante por un día. Uno tras otro.
Así, hasta que estés en condiciones de valorar la situación racionalmente y decidas por dónde seguir. Hasta entonces, no dejes que la rabia o la impotencia tomen la decisión por ti. ¡Aguanta!
Esto sirve para todas esas metas que nos propusimos para cambiar o mejorar algo, pero no es recomendable llevarlo a cabo en situaciones que nos hacen sufrir.
Es decir, a la hora de soportar voluntariamente situaciones que nos dañan o a personas que nos tratan como a una basura. En este caso merece la pena todo lo contrario: No aguantar ni un segundo más.