Estás decepcionado. A pesar de tu esfuerzo, después de un tiempo no has conseguido lo que querías o los resultados están lejos de lo que esperabas.
Quieres seguir adelante con tu objetivo. Pero, visto lo visto, tu motivación está por los suelos.
Muchos hemos pasado por ahí, por ese sentimiento de impotencia, por la rabia y por la tentación de mandarlo todo a la porra. Muchos hemos sido nuestros peores críticos, dedicándonos palabras propias de un enemigo:
- Eres torpe.
- Eres vago/a.
- No tienes fuerza de voluntad.
- No puedo creer que seas tan idiota.
Nos hemos castigado sumiéndonos en la decepción, en la culpa. Y ése es un sitio que ayuda poco a remontar.
Sí, puede saber mal equivocarse o quedarse corto. Es natural sentir ese “pellizco” de desilusión.
Pero, ¿para qué hacer ese dolor más grande? Además de padecer el batacazo de nuestro plan, ¿es necesario que suframos más quedándonos atascados en la culpa?
Yo creo que no. ¿Y tú?
¿Qué puedes hacer cuando estás decepcionado por los malos resultados?
Después de dolerte del golpe, puedes levantarte y seguir. Y, para eso, has de ponerle freno a la culpa. ¡Hasta aquí llegó! No pierdas más tiempo sintiéndote mal contigo y echándote basura.
Ese tiempo dedícalo a identificar qué pequeño paso puedes dar para volver a luchar por tu objetivo.
Respira profundamente y da ese paso en cuanto puedas. No esperes a la semana que viene, al verano o al próximo año. Haz una cosita, pequeña y sencilla, que te lleve de vuelta a tu camino.
También puedes perdonarte por tus errores. Utilizar la lección aprendida para mejorar. Buscar apoyos entre quienes conoces. En definitiva: Adoptar una actitud positiva ante la situación.
El cambio es posible. Los resultados pueden llegar con el tiempo. Retoma con calma el timón. ¡Y sigue adelante!
Imagen de Kalexanderson