Cuando estamos tan próximos a iniciar un nuevo año, es excitante plantearse cambios positivos. Cuesta poco dejarse envolver por la ilusión que brinda un nuevo comienzo.
Pero, antes de comenzar “lo nuevo”, también es interesante hacer balance de lo que hemos vivido en los últimos doce meses y quedar en paz con ellos.
¿Qué emociones despiertan al hacer balance del año?
A no ser que el año haya sido extraordinariamente espantoso o maravilloso, las emociones suelen ser variadas.
De un lado, recreamos la alegría por los logros y por todas las experiencias positivas que hemos vivido. Del otro, la frustración o la tristeza de los momentos difíciles.
Coexisten pérdidas y ganancias. Y, tanto unas como otras, han sido oportunidades para crecer.
Ahora, que estamos a punto de despedir un año, la ocasión se presta para ver cómo hemos cambiado; para tomar las lecciones que hemos aprendido; para decidir con qué equipaje queremos seguir y cuál deseamos dejar atrás.
Es un capítulo que acabamos. Tal vez, con él pongamos el punto final a asuntos que no tiene caso que continúen en el capítulo que está por comenzar.
Movámonos al nuevo año quedando en paz con los errores y con lo todo lo que no fue maravilloso. Movámonos teniendo en mente qué es lo que más nos importa.
Empecemos el nuevo año siendo conscientes de lo que hemos aprendido en éste y con la vista puesta, a partir de ahí, de lo que deseamos construir o experimentar en el siguiente.