Sabemos que cada día es el primero del resto de nuestra vida, aunque en ocasiones lo olvidemos al dejarnos llevar por los quehaceres cotidianos y las preocupaciones.
Cada día es una oportunidad para comenzar de nuevo, para cambiar o para disfrutar de algo inédito. Lo de ayer ya pasó y hoy escribimos otra historia.
Quizás lo que hace más especial al 1 de enero es que esa sensación de estreno se hace más fuerte.
Y muchos partimos con la ilusión de que la vida se porte bien con nosotros, especialmente si acabamos de cerrar un mal año y llevamos tiempos duros a las espaldas.
Borrón y cuenta nueva
El primer día del año se presta para sentenciar que el pasado quedó atrás. Atrás quedaron las decisiones equivocadas. Atrás, todos los errores, TODO lo bueno y malo que hemos hecho.
Lo que aprendimos es lo único que permanece. Es lo que nos ha convertido en quienes somos hoy.
¿Alguno de nosotros ha aprendido todo lo que sabe sin cometer errores? Si siempre estuviésemos en lo cierto y la vida discurriera perfecta, ¿seríamos más sabios?
Seguramente, no.
Por eso, hemos de perdonar nuestras propias equivocaciones. Ellas también nos han enseñado buena parte de lo que sabemos hoy.
En este punto recordemos que perdonar no es olvidar. Perdonar es tomar la decisión de dejar atrás la culpa y otros sentimientos amargos para avanzar en paz.
Y, para hacer aún más liviana la carga, ¿qué tal si también perdonamos a los demás? Perdonando no estamos justificando el mal que nos hicieron, sino evitando que éste cause aun más daño en nosotros.
Acumular resentimiento por las faltas y errores ajenos no vale la pena. Si acaso, lo mismo que hacemos con nuestras propias equivocaciones, lo útil es quedarse con la lección aprendida para no volver a caer en algo parecido.
¿Por qué no lo hacemos?
¿Podemos empezar este año dejando atrás todo el lote de culpas, remordimientos, rencores y demás?
Lo que se dice “poder”… sí. Claro que podemos.
Porque, evidentemente, no somos responsables de todo lo malo que ocurre a nuestro alrededor ni de las jugarretas que nos gastan terceros ni lo podemos controlar, pero sí tenemos el control sobre propias respuestas.
Tenemos el poder para decidir cómo queremos comenzar el año; el poder de dejar ir lo que no sirve y de centrarnos en lo nuevo que queremos para esta vida que estrenamos hoy.
He aquí la propuesta para empezar el año con buen pie: El perdón.
¡Feliz año!