A menos que un suceso muy afortunado le dé un giro a la historia, estos meses han tenido poca gracia. Pronto sonarán las campanadas para despedir un mal año.
¿Se te dará bien decirle adiós y estrenar esperanza el uno de enero?
Compartimos misión. Si estás aquí, tal vez sea porque este año no figurará entre los mejores de tu historia. Quizás estés deseando hacer borrón y cuenta nueva.
Por eso escribo esta entrada semanas antes de los brindis. Diciembre es un mes muy movidito, en lo físico y en lo emocional. Y las despedidas difíciles requieren su espacio (al menos, para mí).
¿De qué necesitas curarte tú? ¿Qué quieres dejar atrás? ¿Qué males te afectaron y has de superar?
Haz el retrato de los males del año
Digamos que podemos considerar un mal año aquel donde las malas experiencias superan de largo a las buenas, ya sea en número o en intensidad.
Pero esto es muy subjetivo.
Oscila entre las personas que se sienten fatal por haber tenido unos resultados flojitos este año en sus proyectos y decretan que ha sido un annus horribilis.
Y entre las personas que les han visto la cara a grandes calamidades en las últimas cincuenta semanas.
Como sea, los de un extremo, los del otro y los que estamos en algún lugar de en medio, necesitamos hacer un recuento de pérdidas, de errores o de fracasos.
Y, por nuestro bien, necesitamos hacerlo con calma, con el malestar en “pause”.
Es importante. Así evitamos que el dolor interfiera en el diagnóstico.
A veces, nos sentimos heridos y decepcionados porque nuestras expectativas no se cumplieron durante el año. Pero, objetivamente, sí hemos hecho avances. Hemos logrado otras cosas.
¿Seremos capaces de verlas también?
Retrata las ganancias
Vale. Pongamos la objetividad sobre la mesa. Vamos a partir de que este ha sido un año malo, malo de verdad.
Incluso en ese caso, nos conviene rebuscar para encontrar lo mejorcito del año.
¿Qué es en tu caso?
Tal vez, lo “mejorcito” sea que has aprendido. No fue lo que tú querías aprender ni cómo querías aprenderlo. Pero esas lecciones te servirán, a ti y a aquellos que quieran escucharlas cuando las compartas.
Rescata las alegrías que hayas dejado de mirar
El malestar también nubla la vista. O, más bien, las ganas de mirar alrededor para rescatar lo positivo.
Y, si lo hay, ahora es el momento de mirarlo: un amigo, un lugar, tu empeño en seguir respirando… Aunque sea como encontrar la aguja del pajar, busca lo bueno que pasa inadvertido.
Prepara la transición
En el fondo, el uno de enero es un día normal y corriente. Pero, si viene a sugerir un nuevo comienzo, ¿por qué no aprovecharlo?
Que sirva para recordar que todo pasa y los malos tiempos no son la excepción.
En ocasiones, el devenir de los acontecimientos es tan extraño que nunca sabes si lo que te ocurre es bueno o malo. Porque el siguiente episodio da sorpresas.
Prepárate para eso. Vas a cambiar en los próximos meses. Mucho o poco, cambiarás tú y lo que te rodea.
Regálate un cambio positivo
Es una propuesta. A mí me parece que puede ser estupenda, precisamente, por haber tenido un mal año.
Te dejo la versión en vídeo también.
- Quizás tú quieras regalarte el perdón. Esto es, la libertad de seguir adelante sin cargar con resquemores.
- O quieras regalarte el cambio de un hábito malo por uno bueno.
- O, tal vez, la clausura de una relación destructiva para ti. Regálate el final.
- ¿Sacar otra otra cosa que salga sobrando en tu vida?
- ¿Y qué me dices de iniciar un proyecto nuevo?
Piénsalo. Tienes tiempo para cerrar el año trabajando en un cambio de este estilo, aunque elijas uno pequeñito. Y, así, pones de tu parte para que que vayan cambiando las tornas.
Es un riesgo, porque va a pasar lo que tenga que pasar. Pero, a ver qué no es arriesgado en esta vida…
¿Qué te parece la idea?
Muchas gracias por leer. Esta vez nos tocó a ti y a mí despedir un año de cutre a fatídico. Espero que sigamos dando guerra para ponerle al año próximo un color distinto.