¿Alguna vez has deseado cambiar tu vida por la de otra persona? Quizás se te haya pasado por la cabeza en días en los que te has sentido de pena. O puede que ahora fantasees con la idea.
¿Por qué? ¿Sientes que has equivocado el rumbo totalmente?
Situémonos en un contexto: Estás viviendo una fase correosa, con complicaciones que se multiplican. O, peor aun, aquel proyecto en el que pusiste lo mejor de ti, se ha venido abajo.
Paseas por esos mundos (o por esas redes sociales) y contemplas la felicidad de tus contactos. Uno ha sido ascendido. Otro se ha casado con una persona maravillosa (aparentemente). Otro se está tomando un año sabático…
Caray. No te cuesta encontrar a cualquiera que esté mejor de lo que tú estás en este momento. Y ahí es cuando, si pudieras, te cambiarías por alguno de ellos.
Afortunadamente, el tiempo pasa y, con él, se desvanece el arrebato de querer mandar tu vida a paseo: Aceptas el punto en el que estás. Decides ser más amable contigo (o sería lo suyo). Y te dispones a seguir adelante con lo que tienes.
Si me lo permites, deja que te acompañe en el desvanecimiento del arrebato. Porque yo, lo confieso, también he deseado salirme a ratos de los caos que atravesé.
1. ¿Necesitas conseguir las mismas metas que otros?
Primer NO. Cambiando tu vida por la de otra persona, tal vez no seas más feliz. Porque esa persona tiene sus propias metas.
Todos tenemos una meta común: ser felices. Pero cada uno elige, según sus principios, preferencias o circunstancias, qué es lo que quiere que forme parte de tu vida: sus metas personales.
Las personas que observas parece que han triunfado en lo que eligieron. Bien por ellos. Su éxito o su felicidad no te quitan lo tuyo.
Porque, para que tú seas feliz, no necesitas lograr exactamente lo mismo que otro. Has de descubrir qué es lo que tú quieres y moverte hacia eso.
2. ¿Necesitas ir por el mismo camino que otro?
Segundo NO. Suponiendo que una de tus metas sea la misma que la de otra persona, ¿qué pasa si él/ella triunfa y tú no?
Pasa que el camino que hace cada uno es distinto, como cuando viajas y cada cual sigue un itinerario diferente para llegar a un punto parecido.
La persona que triunfó, tal vez se fue por la autopista. Y tú, por unas carreteras remotas en las cuales vivirás unas experiencias distintas.
¿Qué camino es el mejor? No lo puedes saber. Lo que sí puedes saber es lo mucho que tú estás aprendiendo en el tuyo.
3. ¿Tu camino ha de ser una línea recta?
Tercer NO. Está claro que no lo está siendo. Hay baches, desvíos, cuestas empinadas… Te está costando avanzar.
Pero, en algún momento, eso le pasa al más pintado. Tú no sabes si, a partir de donde estás ahora, el avance va a ser más fluido. O si el otro (el de la autopista) va a encontrarse con un obstáculo que le haga desviarse de donde está.
4. ¿Todo ha de ser perfecto para que te sientas bien?
Cuarto NO. No te hace falta haber conseguido todo cuanto deseas para sentirte bien y sonreír.
Hay aspectos positivos en tu vida que pierdes de vista cuando concentras tu atención en lo que te falta y en lo poco feliz que eres comparado con otros.
Haz recuento. Es muy posible que encuentres algo que celebrar, contando también los logros que has ido sumando. Y, paradójicamente, quizás haya quien lo envidie, a pesar de que tú estés fantaseando con salirte de tu pellejo.
5. ¿Has terminado ya de hacer lo tuyo?
Quinto NO. Tu momento de celebrar y dar saltos del regocijo se está haciendo esperar. Está fuera de tu control apresurarlo y hacer que ocurra lo que quieres ahora mismo.
Lo que sí puedes hacer es valorar lo que tienes ahora. Sacarle partido a lo que has aprendido ahora. Y ponerte a trabajar ahora por eso que tú quieres, a tu ritmo y a tu estilo.
Que ayer no consiguieras lo que querías, no quita que mañana sí puedas hacerlo. Que le vaya bien a una persona, no implica que a ti te vaya a ir mal.
No sabes qué va a pasar con tu vida y, mucho menos, con la de otro. ¿Para qué cambiarte, entonces?
Vive el presente. Continúa persiguiendo lo tuyo. Y, confía: también llegará tu hora de brindar. 😉
Imagen de Nina Matthews