¿Funciona dejar las cosas para el último día?

Tienes una semana para terminar un trabajo, preparar un examen o realizar unos trámites. ¿Te arriesgas a dejarlo para el último día?

Quizás no lo hagas adrede. Pero, entre una cosa y otra, se te va la semana atendiendo pormenores y te encuentras justo en el día en el que tienes que cumplir con la misión, sí o sí.

¿Resultado? ¡Sales victorioso! (Esta vez la libraste.)

motivador

Retrato del día “D”

Te levantas con la presión apuntándote a la cara. Estás mega-motivado para actuar, porque esto… ¡es una emergencia!

Haces lo mismo que harías si tu casa estuviera en llamas: Te movilizas de inmediato. Cuando los bomberos entran por la puerta, no les dices: Un momento. Antes voy a colgar esto en Facebook.

¡Qué va…! Te pones en marcha con una fuerza inusitada. Nada te distrae. Te concentras en terminar el trabajo. Toda tu energía, volcada en ese punto.

El reloj avanza y, justo antes de llegar al límite del tiempo, consigues llegar a la meta. ¡Qué emoción!

Pues, sí. Ha sido emocionante y la peripecia se ha saldado con un resultado positivo. Cosa que quizás te anime a hacer lo mismo en siguientes oportunidades.

Después de todo, ¿para qué vas a tener pringada la semana entera, cuando en un rato puedes hacer todo el trabajo?

Aun así, no todo son ventajas.

Inconvenientes de la “emergencia” provocada

El riesgo excesivo. Esta vez saltaste sin red y no te estampaste. Pero nada te dice que la próxima vez vayas a tener la misma suerte.

Los errores. Terminar a la carrera incrementa las probabilidades de hacer una chapucilla, con errores y flecos sueltos que (según el caso) hubiera merecido la pena afinar.

El estrés. Adoptar este comportamiento como hábito no suena agradable cuando, cada dos por tres, estás corriendo una contrarreloj.

Además, el día en el que se presente una emergencia real, puede pillarte con la energía bajo mínimos y el pie cambiado para dedicarle la atención que necesita.

¿Una propuesta?

Aprovechar lo positivo de la emergencia. Ese enfoque. Esa energía. Ese actuar más y deliberar menos.

Si te cae una misión que has de completar en unos días y puedes dividirla en acciones específicas, hazlo. Adáptate al tiempo que tengas disponible y define muy bien cada una de esas acciones.

Ponte con la primera acción lo antes que puedas. Hazla urgente. (Por ejemplo: leer el tema X.) Después, la segunda acción. (Hacer un esquema.) Luego, la tercera…

Al hacer tus propias mini-emergencias, estableces un ritmo ágil y menos estresante que cuando dependes de los límites de tiempo que te imponen desde afuera.

Puedes completar las acciones a tu gusto. El día 1, te concentras a tope en la primera y paras. El día 2, son “urgentes” la segunda y la tercera… Por decir algo.

Es una propuesta. Cuando las acciones están bien definidas, avanzar cuesta menos. Terminada pronto la primera, sabes exactamente qué sigue. Al día siguiente, avanzas un paso más… Así, hasta que llegas triunfante y desahogado al día “D”.

¿Cómo te suena?

Imagen de timothygareth