El hábito de terminar las cosas en el último minuto

Sabes que tienes el hábito de terminar las cosas en el último minuto cuando esta situación se repite con demasiada frecuencia:

Se te echa la hora encima, por lo que tienes que meter el turbo para dejar el trabajo listo a tiempo.

Qué estrés. Siempre corriendo.

Quizás quieras buscarle una solución a este asunto, por el bien de tu salud. Y, también, porque el día que ocurra una verdadera emergencia o se presente una crisis, te va a encontrar con la energía bajo mínimos.

¿Cómo te las arreglas para verte continuamente apurado de tiempo?

en el último momento

Ahí va a estar la clave. En que averigües qué hay detrás de eso que se está haciendo un hábito.

Las razones pueden ser variadas.

Quizás te encante esa sensación de la adrenalina fluyendo por tus venas mientras vas a contrarreloj. ¿Eres un adicto al trabajo bajo presión?

También están estas tres, que son muy comunes.

1. Te equivocas calculando el tiempo

Tu plan de trabajo hace aguas porque cometes errores estimando el tiempo que has de dedicar a cada tarea.

Quizás te pasas de optimista en este punto y no tienes en cuenta los pequeños retrasos, las distracciones y otras eventualidades.

Esto tiene arreglo.

A medida que vas repitiendo las tareas te vuelves más hábil calculando el tiempo que necesitan.

De paso, ganas en soltura. Te vas haciendo cada vez más eficiente cuando sabes al dedillo lo que tienes que hacer.

2. Procrastinas

Quizás vas posponiendo las tareas importantes para el final, mientras te ocupas de otros asuntos secundarios. O no empiezas nada de nada, ni importante ni secundario.

El asunto es que te dejas muy poco margen para terminar lo importante y de ahí las prisas de última hora.

La procrastinación es un hábito que se soluciona elaborando un buen horario y cumpliéndolo. Así de fácil (… o de difícil).

Tómate unos minutos para organizar qué haces a lo largo del día, para establecer prioridades y para decidir cuándo descansas.

Con paciencia y práctica puedes romper con la procrastinación o limitarla para que no te perjudique.

Una idea: crea límites artificiales.

En este vídeo lo explico también.

Si no sientes la necesidad de abordar una tarea hasta que tienes encima el tiempo para terminarla, divídela en trozos y ponte límites.

Por ejemplo, una tarea que llevará varios días. En lugar de dejarla para el final, distribuye las subtareas para avanzar cada día un poco.

Ya, ya sé que esto te lo sabes. Y sé que no funciona muy bien, porque no te tomas esos límites con la misma seriedad que los que te imponen desde fuera.

¿Solución?

Invéntate algo a lo que tengas que acudir sin falta. O dale cuentas a alguien de lo que llevas avanzado. Añade un poquito de presión. Haz lo que haga falta para tomarte el límite en serio.

La idea es que, cuando veas las ventajas de que cada día sea productivo (y no solo el del sprint final), adoptes la costumbre de trabajar de manera distinta: dividiendo y cumpliendo con la parte de cada día.

3. Tienes una lista de tareas demasiado larga

El día tiene 24 horas y tú haces una lista que no cabe ni en uno de 48. Te pasas añadiendo tareas y compromisos diversos. De ahí que vayas siempre con la lengua fuera.

¿Solución? Prioriza. Haz lo más importante. Simplifica tu lista de tareas.

Intenta no trabajar horas de más y respetar tu tiempo de ocio y de descanso.

¿Te resulta difícil? A mí también. Es que trabajar menos puede ser más difícil que trabajar más. 😀 (Échale un ojo al enlace si quieres saber porqué.)

 

Moraleja: Si lo de terminar las cosas en el último minuto se te está haciendo costumbre, párate a pensar porqué sucede.

Cualquiera que sea la causa, puedes hallar el modo de que tus días sean más relajados y productivos.

Imagen de whileseated


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