¿Cuántas veces has comido para aliviar emociones incómodas? Yo, un montón. Digamos que es una salida que muchos hemos tomado alguna vez: comernos las emociones.
No es hambre, claro está. Es otra cosa: el vacío o la incomodidad emocional, que encuentra un rápido confort en el helado de chocolate, la pizza… y otros alimentos sabrosos al paladar, que no suelen ser los más saludables y nutritivos, precisamente.
Comes porque estás triste, hastiado, molesto, etc. Y anestesias esas penas con un chute de comida. Si te bastara con una porción o un par de bombones, esto no supondría un problema.
El problema llega cuando te das cuenta de que has comido más de lo que quisieras y aparece la culpa. Ésta es otra “perla” que te toca sumar a las emociones incómodas del inicio (que ahí siguen, latentes).
Total, te sientes peor que antes. Y, al crecer el malestar, más probable se hace que vuelvas a caer en un próximo atracón. Así, hasta que tú decidas ponerle freno a la espiral.
El asunto no es la comida, sino encontrarle un cauce a la ansiedad del momento, una alternativa más saludable y que te haga sentir mejor que el helado de chocolate.
¿Has probado a correr?
Hay que ver lo que se parecen gráficamente estas dos palabras: “comer” y “correr”. Las acciones que conllevan son otra historia.
Es mucho más fácil abrir el frigorífico, sentarse frente a la tele y comerse una fuente de (eso, tan apetecible), que anudarse las zapatillas y salir a patear el barrio (corriendo o al ritmo que te salga).
Sí, yo también me he decantado muchas veces por “comer”, como te dije. La opción fácil proporciona un alivio inmediato. Hacer ejercicio cuesta mucho más y, de entrada, es fastidioso.
Aunque, ya que pasa un ratito, con la opción fácil te sientes hecho un trapo y con la difícil, más despejado y ligero de carga. Una simple carrerita (o caminata) es más beneficiosa que el helado en estos casos.
No, tus problemas no desaparecerán cuando vuelvas de correr. Las emociones incómodas quizás vuelvan a la carga antes de lo deseable. Y, si el asunto es serio, puede que necesites otros recursos para combatir la ansiedad, como la ayuda de un profesional.
Pero tú habrás hecho hoy tu parte. Te sentirás mejor. O, al menos, no te sentirás peor, cosa que ayuda.
Yo ya lo comprobé. Si quieres, hazlo tú. La próxima vez que sientas el impulso de frenar una emoción incómoda con la comida, dale una oportunidad a la alternativa difícil. Si no tienes una limitación física para ello, pon tus emociones a correr… y verás la diferencia.