Mi estación favorita siempre ha sido la primavera; razón por la que quizás nunca he sabido disfrutar mucho del otoño.
Para mí era justo lo contrario: ir adentrándose lentamente en un entorno cada vez más frío y oscuro.
Partiendo de semejante idea, ¿cómo se va a enamorar alguien del otoño?
La respuesta es conocida por todos: reconociendo lo bueno que nos ofrece.
Esto no implica que nos auto-engañemos, convenciéndonos de que nos tiene que encantar el otoño e inventando razones que no sintamos en absoluto.
En mi caso, mi estación favorita seguirá siendo la primavera, aunque aprenda a mirar el otoño con otros ojos.
Venga. A ver qué tiene de bueno…
A veces es difícil encontrarle el lado bueno a aquello que no nos gusta, pero éste no es el caso de las estaciones del año.
Encontrar la belleza del otoño puede ser fácil, incluso cuando de entrada te resulte la estación más antipática de todas.
No sé dónde vives, pero aquí los veranos son asfixiantes. La bajada de las temperaturas es de agradecer.
Podemos pasar más tiempo al aire libre sin achicharrarnos por el calor y dormir mejor, sin dar tantas vueltas en la cama, levantándonos por la mañana deshidratados perdidos.
Las calles, las plazas, los parques… Todo afuera está más tranquilo, sin el bullicio de los meses anteriores.
La luz del exterior ya no es un fogonazo que te deja ciego cuando pones un pie en la calle. Los días de sol tienen un sereno color anaranjado.
Los días grises nos dan serenidad y son el contraste necesario para poder apreciar los días luminosos cuando vuelvan.
En definitiva, recopilando pequeños detalles amables del otoño es como me he reconciliado con él.
No me engaño a mí misma diciéndome que el otoño es maravilloso, pero he aprendido a disfrutar momentos que antes pasaba por alto.
Y tú, ¿cómo te llevas con el otoño?
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