A veces un deseo es tan fuerte que parece que toda nuestra felicidad depende de que lo consigamos materializar.
¿Has sentido alguna vez tantas ganas de tener algo que pareciera que has vivido sólo para conseguirlo?
Puede tratarse de un objeto o de una experiencia. Hay deseos capaces de superponerse a todo lo demás.
Quizás, cuando eras niño deseabas con todas tus fuerzas una bicicleta (como yo). Y tenías la sensación de que serías feliz por el resto de tu vida una vez que la consiguieras.
Más tarde, puede que hayas experimentado el mismo tipo de deseo por otro tipo de cosas. Es tan grande, tan intenso e insistente, que tienes la sensación de que no estarás en paz hasta conseguir lo que quieres.
¿Un coche deportivo? ¿Una casita cerca del mar? ¿Un viaje alrededor del mundo?
¿Qué pasa cuando consigues esa cosa que tanto deseas?
Lejos de tus expectativas de que ese coche lujoso te hiciera feliz para siempre, resulta que la felicidad que brinda tiene muy corta duración comparada con todo el tiempo y las ganas con las que lo has estado deseando.
Al coche te acostumbras rápidamente. El viaje alrededor del mundo termina.
Y la vida sigue
Incluso cuando consigues tener en la mano eso que quieres, no te libras de los problemas ni del resto de vicisitudes que implica la vida.
Buenos y malos momentos, dichas y pesares, tiempos fáciles y muy duros seguirán encadenándose, porque así es la aventura de vivir.
Con el tiempo vas cayendo en la cuenta de que no existe sólo una cosa que pueda dar sentido a tu vida ni que te garantice la felicidad completa. Es más, quizás estés pasando por alto oportunidades mientras estás ofuscado por un único deseo.
Conclusión: Desea, sueña, pero no condiciones tu felicidad a conseguir o no una determinada cosa. La vida tiene mucho que ofrecerte. Aprovéchala plenamente.
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Imagen de Philipp Lücke