Gente que mete las narices en tu vida

Hablaremos hoy de gente que mete las narices en tu vida; de esas personas que hurgan en ti y en tus circunstancias sin haber sido invitadas.

Esas personas que preguntan, que manosean tus cosas, que pasean por tu casa y abren tu nevera como si vivieran allí. ¿Quieres ideas para tratar con ellos?

Antes, aclarar que no tenemos nada en contra de la gente que mete sus narices allá donde quiere o puede.

No todas esas personas son envidiosas, criticonas y malvadas.

También las hay que desarrollan esa curiosidad por enterarse de cuanto ocurre (sin maldad alguna, sin pensar que pueden estar molestando). O quienes necesitan esa información para compensar el aburrimiento que impera en su propia vida.

¿Qué más da? El cotilleo cumple su función social.

Pero, si a ti, por el motivo que sea no te gusta esta intromisión, repasemos algunas ideas útiles para llevarlas a la práctica.

metiéndose en casa

En cuanto a las preguntas

Si el curioso de turno te asalta en la calle, en la oficina o en la panadería y comienza a hacerte preguntas privadas o que no deseas contestar, la regla más importante es no darle a esa persona la información que pide (si a ti no te apetece hacerlo).

No estás obligado a contestar preguntas inoportunas.

¿Qué hacer entonces?

En mi tierra hay un refrán que a mí me repetían mucho para afrontar estas situaciones: «Al que quiera saber, embustes en él.»

Es una opción, pero como a mí no me gusta gastar mi energía en inventarme embustes, prefiero otras, como éstas:

➜ Da una respuesta vaga, del estilo: – ¿Cuántos kilos has engordado? – Unos cuantos.

➜ Cambia de conversación. Un giro muy útil después de dar la respuesta vaga.

➜ Hazte el despistado. Como si estuvieras pensando en otra cosa, respira y quédate en silencio. O bien, desvía la mirada y haz como si estuvieras esperando la llegada del autobús o te pareciera haber visto a alguien conocido en la acera de en frente. Cuestión de improvisar.

➜ No devuelvas las preguntas, por si hay suerte y quien te encuesta capta que no tienes interés en la conversación. O bien, sin responder, devuélveselas todas para que esa persona sea la que te ponga al tanto de lo que pasa en su vida. (Ufff… Eso es arriesgado.)

➜ Si falla todo lo anterior, puedes preguntarle a esa persona porqué tiene tanto interés en saber «eso». Por supuesto, de manera educada y sin mostrar enfado.

➜ Y, con la misma actitud, también podrías decirle directamente que no te apetece responder esa pregunta.

➜ ¡Ah! Y no muestres interés cuando te cuenten chismes de otras personas, si tampoco te hace gracia que te pongan verde a tus espaldas.

En cuanto a tu espacio privado

Si no te gusta que la gente que apenas conoces husmee por todos los rincones de tu casa, arréglatelas para que se queden en una habitación. Limita sus movimientos. 😈

Puertas cerradas y luces apagadas pueden ser tus aliados.

Si llegan o llaman sin avisar, considera no abrir o no contestar. La Tierra no se saldrá de su órbita por ello.

Lo esencial

Si te incomoda este tipo de gente, tan curiosísima, ten el menor contacto posible con ella. Cosa difícil si pertenecen a tu familia o si te ha tocado un jefe curiosón.

En ese caso, tendrás que esquivarles un poco y afianzar tus fronteras.

 

Me ha apetecido hablar de este tema porque existimos personas a quienes no nos gusta demasiado hablar de nuestra vida y obras con quienes tenemos poca confianza.

Y, menos todavía, dejar que cualquiera irrumpa en nuestra privacidad sólo porque le apetece.

Está bien que sea así. El curioso tiene su derecho a explorar y nosotros, el nuestro a proteger nuestra intimidad. ¿O no?

Imagen de Mike Licht, NotionsCapital.com


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