Puestos a hablar de lo positivo, hablemos de cosas buenas de los imprevistos. ¿Cuáles se te ocurren?
A la mayoría de nosotros no nos gusta ver que un imprevisto se cuela en nuestra apacible y productiva rutina. Menos aún, si nos desbarata los planes que hemos hecho y nos deja fuera de juego.
Pero lo inesperado igualmente ocurre y hemos de aceptarlo así, por poca gracia que nos haga.
- Es la hora de tu ducha y han cortado el agua.
- Tu teléfono se avería en el momento más inoportuno.
- Preparas un fin de semana de descanso, pero te «cae» un trabajo pesado que te toca atender.
- Tienes la situación bajo control y falla lo más impensable, dándole la razón a las leyes de Murphy.
Anteriormente, apuntamos algunas ideas para manejar estas situaciones imprevistas.
Y hoy nos ocuparemos de lo más difícil en este caso: verles el lado bueno.
¿Tienen algo de bueno los imprevistos y las calamidades?
Muchos, sí.
1. Los imprevistos se recuerdan
Es muy difícil recordar qué hiciste un día ordinario del año pasado, por ejemplo. Sin embargo, sí te acuerdas del día en el que estabas viendo la tele y tu vecino la rompió de un balonazo.
En ese momento, quizás no te pareció nada divertido. Pero ahora, echando la vista atrás, reconstruyes la escena y hasta te ríes.
2. Te hacen reír
El humor se basa mucho en lo inesperado. Tú esperas que una situación se resuelva de una manera y lo que ocurre choca con lo lógico o lo previsible.
Recuerdas la escena de tu vecino ebrio rompiendo la tele con su regate épico y poniendo cara de «yo no fui».
Y, dejando el pasado atrás, hoy mismo has sido tú el que te has cargado el televisor al limpiarlo con no-sé-qué producto.
¡No te duran nada las teles! En lugar de ponerte a llorar, la situación te hace gracia.
Cuando aprendes a encontrarle ese puntito de humor a ciertos desastres cotidianos, vives con mucho menos estrés.
3. Los imprevistos sacuden la monotonía
Algunos sucesos de éstos, aunque no sean apetecibles, llegan para recordarte que estás vivo y que lo inesperado ocurre, a pesar de lo ocupado y centrado que estés en tu rutina.
Lo inesperado te obliga a enfrentar la realidad del momento presente, a tomar decisiones y, quizás… a cambiar.
4. ¿Un cambio a mejor?
No siempre que ocurre un suceso fastidioso desemboca en un desastre peor. ¿Conoces el dicho «No hay mal que por bien no venga«?
Harto de gastarte el dinero en teles y en sus reparaciones, decides prescindir del electrodoméstico en cuestión; comienzas a salir más a la calle y conoces a una persona maravillosa, que resulta convertirse en el amor de tu vida.
Del mismo modo que un imprevisto «bueno» puede darle un mal giro a tu historia de vida, un imprevisto «malo» podría convertirse en lo mejor que te ha pasado nunca.
5. Los imprevistos te ponen los pies en la tierra
Tú pensabas coronar con éxito tu proyecto, pero ocurre que la realidad te da una bofetada haciéndote caer en la cuenta de que tus expectativas no eran realistas.
Un imprevisto con sabor a fracaso. Eso parece, ¿no? Parece, pero no tiene porqué serlo, siempre que te sirva para aprender, replantearte tus metas y ser más flexible en lo sucesivo.
Porque ahí va a estar la principal ventaja de los imprevistos: