Establezcamos un punto de partida: ¿Qué decisiones son difíciles?
Naturalmente, cada persona tendrá una respuesta en base a sus experiencias y a su situación personal. Sin embargo, partamos de un escenario común, lo más general posible.
Las decisiones difíciles son aquellas que nos sitúan en un conflicto.
¿Y cuándo surge el conflicto? Pues cuando estamos en medio de dos fuerzas antagónicas.
Para hacernos una idea gráfica, es como si hiciéramos una lista de «pros» y «contras« antes de tomar una decisión y tuviésemos dudas sobre qué conjunto de los dos pesa más.
Una decisión de este tipo es aquella en la que decidirnos por algo en particular supone una enorme renuncia. Por ejemplo, cuando alguien se consagra al trabajo y deja de lado sus relaciones personales, o incluso al contrario.
Otra decisión de este tipo puede ser la que nos obligue a renunciar a ciertos principios personales (a la integridad) para conseguir otros beneficios.
Por ejemplo, si entre nuestros principios personales se halla la honestidad, renunciar a esta en pro de un beneficio económico.
En definitiva, hablamos de decisiones complejas, de las que cambian la vida en función del rumbo que tomemos.
1. Haz tu lista de PROS y CONTRAS
Ya nos hemos referido al primer paso para aproximarse a ellas: el análisis de las ventajas e inconvenientes.
Aunque estén muy igualados, siempre hay que empezar por ahí. Hemos de reflexionar, meditar y sopesar bien la situación, por difícil que sea.
2. Tómate el tiempo que necesites
Para realizar un buen análisis, necesitamos tiempo. Una decisión difícil tendrá más probabilidades de ser la acertada si nos hemos tomado tiempo para analizarla en profundidad.
Además, el tiempo puede actuar como bálsamo para que las emociones se templen y podamos pensar con claridad.
3. Hazte responsable de lo que decidas
El tercer ingrediente es aceptar la responsabilidad.
Podemos pedir consejo a personas que sepan más que nosotros o que ya hayan vivido una experiencia similar, pero siendo conscientes de que la última palabra es nuestra. Y que habremos de apechugar con lo decidido, acertemos o no.
Si me permites, una opinión acerca de los consejos:
Ante una decisión en la que nos va mucho en juego, es mejor no pedir opinión a personas que no están cualificadas para opinar, bien porque les falta conocimiento o imaginación o bien porque nuestra vida les importe muy poco.
4. Ejecuta lo que hayas decidido
¿Qué llevamos hasta aquí?: Análisis, tiempo, responsabilidad… y nos queda la guinda del pastel: Acción.
Ante situaciones muy difíciles, podemos darle tantas vueltas a un asunto que nos quedemos paralizados.
Esto puede tener una consecuencia más grave aún que la de tomar una decisión y equivocarse: perder la oportunidad, tanto de equivocarnos como de acertar.
Por lo tanto, es preferible actuar, si la situación así lo requiere. Aunque perdamos, aunque erremos, ¡moverse en alguna dirección!
Imagen de dospaz