Haz algo con tus pequeñas fugas de energía

Te dejas un aparato conectado a la corriente eléctrica y sabes que, aunque no lo estés usando, consume energía mientras está en espera.

Tienes la televisión enchufada, el despertador, la cafetera y otros cuantos electrodomésticos. El gasto de energía es pequeño, pero constante. Al cabo de los meses, se nota en la factura que tienes que pagar.

¿Y tus pequeñas fugas de energía?

Pues algo parecido puede estar ocurriendo con tu energía. Quizás es menos evidente que el ejemplo de los electrodomésticos. Y, tal vez, más difícil de solucionar.

Con los aparatos, basta con tirar de un cable para acabar con el problema. Pero, cuando el desgaste es emocional, habrá que buscar el remedio apropiado para cada fuga de energía…

enchufe

Ahora, ¿a qué pequeñas fugas nos estamos refiriendo? Vayan ejemplos variados:

  • Una tarea pequeña, pero repetitiva. Todos los santos días te encuentras con ella.
  • Una persona difícil con la que interactúas todos los días. Tras compartir unos minutos con ella, te sientes exhausto.
  • Tareas que están pendientes o que no has terminado. Se quedan en tu mente, consumiendo diminutas cuotas de energía… (o no tan diminutas).
  • La lista de quehaceres para la semana, en lugar de disminuir conforme, se va llenando más. ¿Cómo es posible?
  • El asunto no resuelto que, cuando menos lo esperas, hace “pop” en tu mente y te distrae de lo que estás haciendo.
  • La alarma molesta con la que despiertas.
  • El ruidito sospechoso del coche.
  • Esos anuncios de la tele que ves mientras desayunas.
  • La mesa de trabajo atestada de papeles.
  • El compañero que, cuando te lo encuentras, sólo te habla de sus achaques.

Son detalles. Cosas pequeñitas, como todos esos aparatejos que están conectados y consumiendo energía continuamente.

Suponen una minucia de gasto en un día. Pero no es sólo uno. Es uno… y otro… y el siguiente.

El ruidito, el desorden, la tarea alienante… representan fugas pequeñas pero constantes de energía. Y se notará al cabo del tiempo en la factura, que no pagarás con dinero, sino con salud.

¿Te lo has planteado? ¿Hay alguna pequeña fuga que puedes remediar en tu día a día?

Actúa sobre lo que te desgasta

Vamos a suponer que tu cuerpo, en general, está sano y bien atendido. Quedémonos con la posibilidad la pequeña fuga de energía que no has detectado. Pasa inadvertida.

Inadvertida, porque te acostumbras a que lo que te desgasta esté ahí, un día tras otro, sin que seas consciente de cómo te está afectando.

gotas

Podrías seguir como si tal cosa, ignorar la sensación de falta de fuerzas y esperar a que cambien las tornas. O buscar ciertas actividades (o personas) que te llenen de energía, compensando así la pérdida que causan los otros asuntos.

Eso es buena idea. Pero no va a evitar que el desgaste continúe. Y, si puedes evitar esas fugas de energía, ¿por qué no hacerlo?

Eliminando esas fugas podrías concentrarte más en lo que sí te importa. Además, te sentirías más relajado, más productivo, más contento.

Para detectarlas, échale un ojo a tu entorno, a tus relaciones, a tus responsabilidades diarias, a los asuntos pendientes. Seguro que das con lo que está drenando tus fuerzas.

Cuando lo encuentres, no lo ignores. Pregúntate qué puedes hacer para resolverlo.

Aunque sólo arreglaras una de esas pequeñas fugas de energía, da este esfuerzo por bien invertido.

Es una carga menos, una distracción menos, un problema menos al que prestarle la atención que se merecen las cosas que más te importan.

 


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