Cuando puedes elegir, lo más inspirador es rodearte de gente positiva. ¡La actitud se contagia!
Pero eso no siempre es posible. ¿Qué tal cuando la persona más pesimista y quejica que conoces es de tu familia?
Supón que es tu pareja, por ejemplo. Lo mismo te preguntas cómo puede ser alguien tan negativo, cuando quizás antes no retozaba tanto en la negrura de la vida.
¿Cómo llegó a volverse así?
Está bien que surja esa pregunta. Lo más probable es que esa persona tan pesimista sea así porque le compensa.
Muchas veces, para quien mantiene esta actitud, su creencia es que las decepciones son menos probables cuando eres pesimista.
Total, ya te esperas todo tipo de problemas y tus expectativas no son demasiado ambiciosas. Por lo que, cuando emprendas el vuelo, no te vas a caer de lo alto al estilo Ícaro.
Será por eso que hay pesimistas que no creen que ese calificativo les pegue. Ellos se consideran «realistas«.
Bien. Cada uno tiene su visión. Aquí hemos razonado alguna que otra vez que ese «realismo» está más cerca del optimismo que del pesimismo.
Vimos que, habitualmente, una persona optimista (con dos dedos de frente) pone énfasis en los aspectos positivos de una situación, pero también observa los negativos, para ver cómo solventarlos. Mientras que el pesimista se suele volcar más hacia lo segundo, el lado más oscuro.
¿Es más realista centrarse en lo negro ignorando u obviando todo lo que está a favor? Yo creo que no.
Pero hablarle de esto a un pesimista añejo («realista», según su concepto) suele ser una pérdida de tiempo.
Pongámonos en ese caso. ¿Qué pasa cuando tenemos a ese gran pesimista metido en casa… o incluso en la misma cama?
Viviendo con la persona más negativa del planeta
Lo primero, ¿vas a convencerle para que cambie? No. Para qué molestarte en intentar que le sonría a la vida y deje de verlo todo negro… Eso no funciona, por más que se lo repitas.
Mejor, ocúpate de tu actitud. Independientemente de cómo entienda la vida la persona con la que convives, tú puedes tener tu propia visión. Y, además, puedes elegir cómo responder a los retos y demandas que tú enfrentas.
Esa persona cercana, tan negativa, puede hablarte de problemas, quejas y tragedias sin cesar. Puede saturarte de oscura «realidad». Pero, en último término, tú eres quien elige cómo reaccionar a ese bombardeo.
Lo que incluye tu derecho a elegir que no te va a afectar lo más mínimo que diga que se te va a caer el techo encima como abras esa sombrilla dentro de casa.
Si él/ella ha decidido que es la persona más infeliz, desgraciada y con más mala suerte del planeta, bueno. Es lo que quiere. Tú no tienes porqué hacer lo mismo.
Mira qué opciones tienes. Elige aquéllas que te sirvan a ti y no te preocupes tanto por lo que piense, diga o haga esta persona.
Podría suceder, mirándolo por el lado bueno (cómo no), que hasta se sienta inspirado/a al observarte y decida ir cambiando su actitud por sí mismo/a. Quién sabe…
Imagen de Kevin McShane