Según tu experiencia, ¿qué crees que cuesta más: iniciar un hábito nuevo o retomar un buen hábito que perdiste?
Incorporar un nuevo hábito demanda energía, constancia, paciencia… Esas cosas que tú sabes, hasta que el hábito forma parte de tu rutina. Puede ser un proceso largo (más de lo que te gustaría). Y, tal vez, requiera de varios intentos.
La recompensa llega cuando has consolidado el hábito y funciona “en automático”. Ya no necesitas tanto esfuerzo para madrugar, estudiar, hacer ejercicio o la acción que te concierna, porque estás acostumbrado a ello.
Supuestamente, retomar un hábito debería ser más sencillo que adquirirlo de primeras. Porque tienes la experiencia de haberlo incorporado a tu rutina con éxito. Y, además, anduviste un trecho con ese buen hábito formando parte de tus días.
Eso, supuestamente. La realidad puede ser distinta, cuando las emociones se amotinan en contra. ¿Te ha pasado?
Pierdes el hábito que habías construido con tu esfuerzo. [Con lo bien que ibas…] No obstante, como el hábito vale la pena, intentas retomarlo despacito y continuar por ese camino.
Al retomarlo, igual que cuando construyes un hábito de primeras, hay resbalones y fallos. Pero esta vez molestan más. ¡Caramba! Si tú ya habías pasado por eso. Qué bajón. Qué rabia.
¿Qué puedes hacer en este caso?
A ver si estas ideas te sirven (y a mí también) para enfocar la situación sin dramatismos.
1. Aceptar que “esas cosas” pasan
Cualquiera pierde la comba en un buen hábito. Nos ha pasado a muchos. Y, después del sofocón inicial y del re-enganche lento, hemos podido retomarlo.
A veces se tarda un tiempo en volver al buen hábito que tuviste. Ocurre que la resistencia es grande (por el coraje que da y lo desmoralizado que anda uno). Así, van pasando los días en tanto que te decides a retomarlo. Hasta meses o años pueden pasar.
Aceptarlo como una experiencia “normal” de aprendizaje, más común de lo que tú piensas, y sacudirte la sensación de fracaso, te puede dar impulso para romper antes esa resistencia y volver a tu buen hábito.
2. Analizar qué falló antes de volver a la carga
Aprovecha lo útil del resbalón. ¿Qué fue lo que hizo que perdieras el hábito que construiste? ¿Fue la desorganización de las vacaciones? ¿Fue el estrés? ¿Actividades o personas que influyeron en contra?
Mira dónde estuvo tu traspiés. ¿Qué papel jugaste tú? No lo analices para fustigarte, sino para aprender y tomar medidas al respecto.
Resuelve este punto ANTES de retomar el hábito. Así, tienes menos papeletas para volver a caer si se dan las mismas circunstancias.
3. Poner el acento en lo positivo
Una vez que estudias lo que falló y tomas medidas para evitar el tropiezo con la misma piedra, viene tu labor de bricolaje emocional para encontrar el equilibrio.
Ya que se van desvaneciendo la rabia o la impotencia, empújalas hacia la puerta de salida.
El esfuerzo no te lo quita nadie. Sí, serán unos cuantos días dificilillos. Pero ya has pasado por ahí. Ya lo has conseguido antes. Ya sabes que puedes. Y también que, en cuanto atravieses esta fase, volverán esos días en los que estabas contento con tu hábito.
En realidad, será mejor que antes. Porque, gracias a tu resbalón, sabrás más. Y, si vuelven a presentarse circunstancias parecidas a las que te sacaron de la buena senda, podrás afrontarlas de otra manera.
Para eso sirven los resbalones. ¿O es que tú has conocido a alguien que jamás haya resbalado en alguno de sus hábitos importantes?