Cómo dejar de sentirse culpable durante el tiempo de descanso

Publiqué esta entrada hace siete años y el sentimiento permanece intacto: la culpabilidad durante el descanso.

Ya lo experimento menos. Algo se saca de estudiar y escribir para un sitio como este. Te invito a dejar también el malestar a un lado. ¡Venga!

Deja de sentirte culpable cuando descansas

Te lo dicen tu sentido común y la experiencia. Sin descanso, la productividad no se sostiene. La propia salud se rompe.

Y, a pesar de lo que te consta, emergen sensaciones incómodas cuando llega la hora de descansar.

No quieres. Te resistes a parar.

  • ¿Es porque tienes la sospecha de que no has aprovechado bien el tiempo de trabajo?
  • ¿O es por la convicción de que deberías hacer más de lo que haces?

Vamos con la primera posibilidad.

mal descanso

[1] Cuando te sientes culpable por no aprovechar el tiempo

No has podido terminar lo que planeaste en el tiempo que te diste. ¿Y si era demasiado, considerando las circunstancias?

Podrías empezar por ahí. Por hacer un plan realista para la próxima vez y tener en tu lista solo las tareas que puedas terminar.

Pero puedes fijarte en más cosas.

  • Tal vez, consideres dotarte de más recursos para hacer el trabajo. ¿Qué tal estaría aumentar tu capacidad de concentración? Puedes mejorarla.
  • ¿Y hacer una auditoría de tus distracciones frecuentes: esas que entorpecen tu ritmo de trabajo? Puedes librarte de unas cuantas.
  • ¿Y trabajar de otra manera, empleando otras técnicas, como hacer las tareas en bloques de tiempo? Puedes probar con la técnica Pomodoro, por ejemplo.

Son ejemplos. De las dos posibilidades, esta es la que tiene mejor arreglo.

Como las cosas que quieres hacer pueden abordarse de maneras distintas, solo necesitas ir probando hasta encontrar las que te den una mayor eficiencia en tu caso.

Te dejo dos entradas que tienen que ver con esto. La idea es elegir lo importante, terminarlo pronto y bien.

Con la práctica, cualquiera de nosotros puede mejorar en eficiencia. Los fundamentos de la productividad son simples.

[2] Culpable por no hacer lo suficiente

Esta otra razón que explica la culpabilidad tiene peor arreglo. Chocante, ¿verdad? A veces es más difícil dejar de hacer las cosas que motivarte a hacerlas o aprender alguna técnica con la que arrancar.

La culpabilidad por no hacer lo suficiente suelen experimentarla personas que ya son productivas.

Precisamente por avanzar a ritmo ágil en lo que se proponen, van cargando su agenda de responsabilidades, compromisos y nuevas tareas. O tienen en lista de espera demasiadas cosas como para relajarse.

Toca ponerles freno a la ansiedad y el estrés. ¿A que te imaginas cómo?

Eso mismo: FRENANDO. Cosa que puede concretarse en ideas como estas, que también te suenan.

1. Despeja tu agenda

Elimina lo que no sea importante. Deja en cuarentena lo que no sea tan preciso. Delega tareas, si tienes la posibilidad.

Este cambio no es opcional cuando te sientes culpable de no hacer “lo suficiente”.

¿Qué es suficiente?

Habrás de analizar cómo es la organización de tus días para que, si algo se queda fuera, no sea tan importante como para provocarte culpa.

2. Respeta lo básico, que por algo es básico

tres manzanas

Dormir, comer, hacer ejercicio. Un trío con el que todos hemos de cumplir lo mejor que podamos.

3. Practica la gratitud

La gratitud no es un hábito básico para la supervivencia, pero sí es básico para vivir bien.

Elige tú qué apreciar, cómo y cuándo: tu cuerpo, la gente que te rodea, el sol de la mañana o la comida de la tarde.

En este caso, algo que sería bueno que incorporases en tu lista de situaciones que merecen gratitud y reconocimiento es tu propio esfuerzo.

4. Haz sitio al descanso y el relax

Decide cuáles van a ser tus descansos, los más cortos y los más largos.

jugar en la playa

Y, entre tus actividades habituales, introduce pausas reparadoras en forma de: meditación, paseo, juego improvisado con tu mascota, etc.

Esas actividades relajadas tómatelas con la misma seriedad que las otras. Gracias a estas y a las del siguiente número, repones energía.

5. Hazle sitio al buen humor

Ocurre lo mismo que con la gratitud. Puedes seguir vivo si no expresas una risa desinhibida o ni siquiera sonríes. Pero no vives lo mismo de bien.

Las actividades con las que divertirte, así sean pocas, han de estar en la organización de tus días. Piensa en quitar cosas con las que no disfrutes ni extraigas ningún valor.

6. Sal fuera

Asómate a la calle, incluso si no te apetece. Sal de donde estás. Sal de ti. Desconecta de tu embrollo de siempre y pon la atención afuera por un rato.

Eso siempre es un descanso. Y, en una de esas, tal vez nos veas a alguno de nosotros haciendo los mismos malabares con su productividad que tú.

 

Ninguno de nosotros lo hace todo. Y, mucho menos, lo hace todo bien, a menos que haya ultra-simplificado su vida o se haya instalado en lo comodón.

Quienes, como tú, queremos hacer cosas nuevas y que nos quepan en el día, seguimos aprendiendo. A días nos equivocamos. A días acertamos.

Y el tema de esta entrada es solo un episodio que muchos de nosotros conocemos y, a veces, revisitamos.


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