Si la envidia es tan corrosiva, ¿te imaginas cuál puede ser la razón por la que una persona desee inspirarla en otros?
Quiero que me envidien.
Con variantes de esa expresión he observado que algunos «googlenautas» llegan a un post de este blog que habla de lo contrario: Cómo deshacerse de la envidia.
Naturalmente, no les interesa. Quieren saber cómo provocarla.
Pero se da la circunstancia de que, a menudo, esta inquietud surge de alguien que siente la envidia en primera persona.
Sabe que la envidia es un puntero que señala lo que es importante. Y esta persona suponemos que desea sentirse así: importante para los demás.
¿Por qué? Tal vez, porque quiera darle la vuelta a la tortilla y que sean otros quienes le envidien. Por soledad. Por venganza. Puede que por hambre de reconocimiento. O, quizás, porque no se le ocurra un método más efectivo para espolear su autoestima.
¡Uy! Al final sí hay bastantes razones, aunque la baja autoestima esté detrás de la mayoría.
Es que si esta persona fuese consciente de sus talentos, si los valorase y los cultivara, otro gallo cantaría.
Si esta persona celebrase lo que la hace única, sin caer forzosamente en las comparaciones con otros, no tendría esa necesidad de sentirse envidiada.
Si se centrara en vivir a su manera y en luchar por objetivos que le hicieran crecer, en lugar de fiscalizar qué es lo que otros hacen, sería más feliz.
… Y lo que es más irónico del caso: Lograría su objetivo: Sería envidiada por muuuuuuucha gente.
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