Es difícil empezar. Pero mantenerse en la tarea hasta terminarla, también tiene su aquel. Especialmente cuando la tarea es dificultosa.
He aquí el mensaje que yo hubiera querido escuchar en muchas ocasiones: No te detengas. Sigue con lo que ibas.
Cuenta con las dificultades. Porque las hay casi todos los días. Y, a veces, te pillan de tan mal ánimo que dejas la tarea sin terminar cuando no te conviene dejarla.
Seguro que te son familiares algunas de las siguientes situaciones.
¿Qué te hizo parar y dejar la tarea a medias?
- Tal vez fue un error. Te provocó tal malestar que mandaste la tarea a paseo.
- O una crítica con la que no contabas.
- El comentario estúpido de un marisabidillo.
- La interrupción fastidiosa de manos de un espontáneo.
- Un pensamiento distractor que te sacó totalmente de la jugada.
- Caíste en Facebook o en otro entretenimiento y te atrapó.
- Que hoy empezaste tarde y no te sentías a gusto.
- Que tu plan para realizar la tarea falló y te encontraste sin saber qué hacer.
- O que, después de un tiempo sin vértelas con esa tarea, te resultó pesada. Y, al acordarte de la facilidad con la que solías realizarla, más coraje te dio.
La cantidad de variables que pueden pararte mientras realizas una tarea es considerable.
Y, ya que paras, perdiendo el hilo y las ganas, muchas veces lo mejor es aparcar dicha tarea. Después, cuando te recuperas y estás más fresco, la terminas.

Recordemos que dejar una tarea sin terminar tiene otras ventajas.
Pero no te conviene aparcar la tarea en todas las ocasiones.
En el caso de que siempre tropieces con una misma piedra, por ejemplo, y esa piedra no se llame “cansancio”, quizás sea preferible procurar que la condenada no te obligue a parar más veces.
No te detengas. ¡Sigue!
- Si la piedra recurrente que te detiene es un error que te desmotiva, trata de tomártelo más fríamente.
- Si la piedra es un comentario hiriente, aprende a hacer oídos sordos cuando te convenga.
- En caso de que te pierdas y no sepas por dónde seguir, pide ayuda o investiga un poco por tu cuenta.
- Si alguien tiene la costumbre de interrumpirte, pídele que te busque más tarde.
- Si lo que suele pararte es la desgana, ¡sigue sin ganas! Ya las recuperarás más tarde.
Son solo ejemplos. Piensa en lo que suele pararte a ti con frecuencia y búscale un arreglo.
Esa es la propuesta: cuando lo que más te convenga sea terminar lo que tienes entre manos, sigue con la tarea. Aprende a neutralizar la piedrecita recurrente que suele detenerte.

Yo trato de hacerlo también. Porque no me conviene en absoluto detenerme cada vez que al vecino le da por poner una música infernal. (Qué piedra tan pesada es esa.) No hubiera escrito muchas entradas de este blog si le hubiera concedido el poder de pararme.
Para qué te doy la vara con las mías, si tú tienes también piedras, personas o circunstancias que te paran…
Estúdialas. Observa qué sientes cuando se producen. Y ármate de recursos para reducirlas o neutralizarlas.
En caso de que lo que más te convenga sea seguir y el cansancio no sea el obstáculo, ¡no te detengas!