Acabas de levantarte y aflora esa emoción intensa: ¡la ira! ¿Alguna vez has empezado así el día?
¡Qué coraje! ¡Qué ganas de estallar sin medir consecuencias!
Tienes en tus manos un arma de doble filo. Puedes emplear a tu favor el torrente de adrenalina que cabalga frenética por tus venas… O utilizarla en tu contra.
Por supuesto, con lo que hemos aprendido sobre la ira, en la entrada nos decantaremos por la primera opción. Y aquí vienen algunas propuestas, por si son útiles:
1. Siente la ira
Estás muy enfadado. Vale. ¡Admítelo! No te engañes con una carita de “aquí no pasa nada” ni te fuerces a estar en un oasis de paz.
Es preferible que aceptes la emoción a que te la tragues y, más tarde, emerja en forma de herida o resentimiento.
Por tanto, siente tu ira. Cierra tus ojos (si quieres) y obsérvala: ¿Cómo es? ¿Qué sensaciones experimentas? ¿Qué las está provocando?
2. Transfórmala en motivación
Busca soluciones a aquello que está sacándote de tus casillas. Si no lo haces y la situación sigue sin resolverse, te sentirás más frustrado, más cabreado con el tiempo…
Por ejemplo, yo estoy molestísima por las comisiones abusivas que me está cargando el banco. Y por cómo se están portando conmigo otras empresas. No me enrollaré contándote historias. Tú sabes lo que se siente cuando otro se lleva, por la cara, el dinero que a ti tanto te cuesta conseguir.
La ira te da el impulso que necesitas para buscar opciones. Investiga. Reúnelas. Piensa en hablar con quien tengas que hablar o en llevar a cabo otras acciones.
Espera a estar calmado antes de tomar una decisión definitiva, eso sí. Pero haz algo.
3. Expresa el cabreo
Vamos con un ejemplo: Si estás enfadado porque un amigo se llevó tu coche sin tu permiso, díselo directamente.
No vale eso de: “Espero que ayer te lo pasaras bien con mi coche. Yo tuve que irme a casa caminando.”
¿Qué se saca con los mensajes pasivo-agresivos? Es preferible que te dirijas a esta persona y le digas directamente: “Me molestó que te llevaras mi coche sin avisarme.” Díselo con todas las letras, sin levantar el tono de voz o usar expresiones malsonantes.
Yo ya tengo preparada la mía: “Me molesta que me cobres esta cantidad, cuando no es eso en lo que quedamos.”
En éstas y en otras situaciones, ser claro ayuda. Antes te sentirás mejor y, de paso, más contento con tu actitud.
¿Alguna excepción? Sí. Cuando te enfadas continuamente con una persona especialista en sacarte de quicio.
Lo vimos aquí: Cuándo es mejor ignorar a quien te molesta.
A esta persona prívala del placer de verte enfadado. Sal de ahí sin darle la atención que busca y no permitas que te amargue el día.
4. Haz otras cosas
Si continúas tenso, trata de rescatar el día. Permite que la calma vaya ganando terreno. Total, ¿quién va a reponerte la salud perdida por tanto estrés?
Como remedio, ¿qué tal si te envuelves en una actividad relajante? Respira. Poco a poco, dejarás de estar pensando en los malos rollos que te han agitado tanto.
Piensa en tu poder. Lo tienes para enfrentarte con energía a una situación injusta y, también, para despejarte y relajarte.
Ese poder no lo ostentan otros sobre ti. Es tuyo. Y tú lo utilizas como creas conveniente.
Imagen de Ricardo Alguacil