Hay personas pululando a tu alrededor. Unos te parecen más guapos que tú; otros, más inteligentes; otros, más felices…
Pienses lo que pienses, lo que ves de ellos es sólo la punta del iceberg.
Quizás te percates de los problemas de algunos de ellos, porque sean muy visibles. Pero la mayoría de los problemas no lo son. Están por debajo del pico visible del iceberg.
Miras a la cajera del súper, que atiende con agrado a los clientes, sin darte cuenta de las molestias en su espalda, ni de su dolor de pies, ni del estreñimiento que la pobre padece. Bueno, quizás los signos de cansancio sí se reflejen en su cara…
Pero no aparece todo el estrés que sufre para llegar a fin de mes ni cuánto la presiona su desagradable jefe.
Todavía menos, alcanzas a darte cuenta de las heridas emocionales que aún le están cicatrizando: No ves lo que sufrió cuando perdió a su madre y no ves que su marido la engañó dejándola devastada.
¿Te parece demasiado?
Qué va… Que te lo digan a ti, que tienes tu propio inventario de problemas.
Todos tenemos el nuestro; que va cambiando, aligerándose o aumentando. A ver quién es el guapo que se libra de su cuota de problemas…
La mayoría no salimos en la tele hablando de ellos ni tenemos un cartelito colgado que cuente los pormenores de nuestra existencia. Quien nos mira por la calle no se percata de lo que hay en la parte invisible.
Pero ahí está. Cada uno conoce y resuelve su papeleta como puede.
¿Cuál es el punto de esta reflexión?
Ser conscientes de que quienes encontramos por ahí se están enfrentando a mucho más de lo que nos parece a simple vista.
Todos tenemos asuntos que resolver. Tenerlo en cuenta, quizás nos ayude a ser más considerados con quienes nos rodean y a no juzgar a la ligera.
Si tuviéramos esto en mente, tal vez seríamos más agradables entre nosotros (para no añadir más carga al semejante) y todos saldríamos ganando. Podría ser.
Imagen de nateOne