Dibujemos un escenario donde tus probabilidades de vencer no son muy altas.
Acudes a una comida acompañado de un amigo que no se te ha despegado en toda la semana: el estrés. Ante tus ojos, se despliegan las comidas más irresistibles (chocolates, turrones o a saber qué delicias saladas y megacalóricas).
En esta ocasión, decides no sucumbir a esos placeres. ¿Cómo aumentas tus probabilidades de éxito?
Si otras veces has sucumbido, no te castigues demasiado. El estrés carcome la fuerza de voluntad y hace que la comida chatarra sea muy apetecible.
Luego, buscando una solución práctica, parece lógico que, si consigues rebajar el estrés, estarás en mejores condiciones para resistirte a esas tentaciones que están delante de tus narices.
Una manera muy sencilla de reducir el estrés en pocos minutos es hacer ejercicio. Con un paseo enérgico de 15 minutos, se supone que es suficiente.
Al menos, eso es lo que se deja ver en un estudio que se publicó hace unos meses y en el que los investigadores se aseguraron de hacer irresistibles las tentaciones a las que se enfrentaron los participantes.
Los tres días anteriores a la prueba, los participantes no probaron sus delicias preferidas. La idea era que llegaran al día del experimento con ganas de probarlas.
Ese día, a la mitad de ellos los subieron a la cinta de correr durante 15 minutos. La otra mitad se quedó sentadita. Después, los investigadores les pasaron a todos un test difícil, con la intención de estresarlos.
El remate del experimento vino cuando los invitaron a quitarles el envoltorio a ciertas golosinas. Sólo eso. Nada de comérselas.
Los investigadores midieron las reacciones fisiológicas y observaron que el grupo que había hecho ejercicio se alteraba menos cuando tenía en sus manos las delicias azucaradas del experimento. Estaban menos urgidos por comerse las golosinas.
Parece que este estudio se relaciona con otro sobre ejercicio físico y estrés, que también comentamos por aquí.
Los resultados van apuntando hacia que el ejercicio protege tanto del estrés “presente” como del que se deje caer.
¿Vas a probar el remedio?
Lo mejor de estos sencillos experimentos es que cuesta poco probarlos por si funcionan con uno.
Así que, si estás un poco estresado y ante ti aparece una tentación comestible a la que no puedes resistirte, haz una pausa. Busca cualquier excusa para salir y camina a paso ligero.
Es probable que, a la vuelta, no te parezca tannnn… irresistible. 😉