El trabajo es duro, pero tú lo eres más

Las cosas como son: Hay tareas duras, aburridas o apestosas que no te gustan, pero las haces. ¡Bien por ti!

Seguramente, el trabajo duro que tienes delante tiene sus aspectos positivos (como todo), pero a ti no tiene porqué gustarte ese trabajo en sí, ni tienes porqué forzarte a hacerlo como si te encantara.

¡Tengo que poner la lavadora! ¡Qué alegría!

Simplemente, lo aceptas. La tarea te parece un rollo, un tostón, preferirías estar diez horas seguidas escuchando a tu cantante menos favorito. Pero te aguantas… ¡y te pones con la faena!

No finges. Te das permiso para no estar pletórico de la dicha. Es más, al comienzo luces una expresión de fastidio en tu cara. ¿Y qué?

tender la ropa

El trabajo es duro y no pasa nada por sentirlo así. Cuántas cosas habrás hecho que te resultaron increíblemente fastidiosas… Hubo que hacerlas y las hiciste.

En lugar de quedarte en el lamento, diciéndote: “Vaya porquería”, te levantaste del sofá y plantaste cara.

¡Eso! ¡Eso es lo que tiene mérito! Las tareas sencillas y agradables no te brindan una oportunidad tan clara para estar orgulloso de ti mismo.

Donde otros se quejan, lloran o huyen, tú aceptas ese trabajo como lo que es (un fastidio) y lo haces igualmente.

Decides ser fuerte. Si el trabajo es duro, tú lo eres más.

Lavadora, allá voy. ¡Maldita sea!

Imagen de wbeem


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