Esta entrada tiene un mensaje muy simple. ¿Hay algo bonito que no quieres usar para que no se estropee? No lo guardes. Úsalo.
Y que conste que yo aún no lo he asimilado del todo. Tengo unas cuantas cosas que me da lástima usar.
Quizás tú recibiste el mismo consejo que yo hace tiempo: Reserva las cosas bonitas para ocasiones especiales.
Yo lo seguí durante muchos años, porque además veía cómo se aplicaba en casa.
Mi madre guardaba sábanas, manteles, copas, ropa, etc… Unas veces, por si venían invitados. Otras veces, para celebrar algún evento especial (como la Navidad). Y en ocasiones, porque sí… Para tenerlo «ahí», por si acaso.

De niña, yo tenía tan interiorizada esta costumbre que, si me regalaban un bolígrafo, una libreta o una colonia que me gustase mucho, no los usaba.
Eran objetos especiales, asociados a recuerdos valiosos. Por eso los guardaba para ocasiones especiales.
Con el tiempo me di cuenta de que esa no es la manera de tratar esos objetos bonitos. La tinta del bolígrafo se secaba; las hojas de la libreta, amarilleaban y la colonia se volvía rancia sin que yo la hubiera disfrutado.
Pasan los años y aprendes que la vida es demasiado corta como para estar esperando ocasiones especiales.
¿Qué las convierte en especiales? ¿Por qué no puede ser hoy mismo una ocasión especial?
A fin de cuentas, cada día es distinto y, si uno quiere encontrar un motivo para celebrarlo o para sentirse mejor, lo va a encontrar:
- porque hace sol o porque llueve a mares;
- porque he perdido peso o porque lo he ganado;
- porque me han invitado a una fiesta o porque han pasado de mí…
Mientras vivimos, hay motivos para considerar cualquier momento una ocasión especial. O, si no la vemos, simplemente usando esa «cosa bonita» la convertimos en especial.
Porque, si no usas esas cosas especiales, ¿qué tienen de especial? Son únicamente objetos que ocupan espacio. Especiales son si los usas.
Ahí queda la sugerencia: No lo guardes. Úsalo. ¡Disfrútalo!