Las ventajas de estar triste y cabreado

Cualquiera tiene un mal día o una mala racha y cada uno afronta el asunto a su manera: Llora, habla con un amigo, se pierde en la montaña…

[Espera. Deja que inserte aquí un enlace por si lo que estás buscando son: Ideas para sobrellevar ese mal humor.]

Las emociones vienen y van. Casi que la ventaja más notable de estar triste o malhumorado es que luego se saborean mejor las alegrías.

trabajar feliz o trabajar triste

¡Ah! Pero ésa no es la única cosa buena de estar de capa caída. En PsychCentral mencionan unas cuantas que te dejarán perplejo.

Insisto. No son cosa mía, sino del investigador Joseph Forgas, especialista en cómo nos afectan las penas y las alegrías.

Así es que, si estás de un poquito mal humor, aprovecha la circunstancia.

Ventajas de estar triste o malhumorado

  • Tu memoria está más fina. Si, por ejemplo, entras en un local, cuando sales de él puedes recordar más detalles que si estuvieras flotando en una nube de felicidad.
  • Tu buen juicio también anda más afinado. De hecho, es más difícil que te engañen o te hagan trampa, porque tu antena para detectar tramposos funciona mejor que nunca.
  • Además, se supone que eres menos propenso a colgarle etiquetas a la gente. Aunque, no sé qué decirte, ¿eh?

Cuando yo estoy algo «depre» o molesta, salgo a la calle y encuentro con que los vecinos han dejado que sus perros hagan sus necesidades en mi puerta, la verdad es que les pongo unas cuantas etiquetas… y ninguna buena.

Si estoy contenta, lo llevo de otra manera…

  • Otra ventaja: Cuando estás (ligeramente) de mal humor, perseveras más en las tareas difíciles.

Esto también lo cuestiono. Yo persevero más, sencillamente, porque me cuesta más tiempo hacer esas tareas que cuando estoy tranquila y contenta. Así es que no lo veo como una ventaja.

  • Y añaden al lote que, con un poquito de bajón, tiendes a comportarte de una manera más educada e incluso eres más persuasivo con tus argumentos cuando hablas con alguien.

No sé. También lo pongo en duda. A mí una sonrisa me convence antes que una cara circunspecta, aunque el argumento sea menos contundente.

Caramba. Estoy que no me creo casi nada… ¿Será que soy muy diferente?

¡Ah, no! Eso va a ser que estoy de mal humor…

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